Mirando al cielo
Olas blancas, espumosas, lamiendo el duro mineral costero, golpe a golpe enternecido. Devenido en largo sueño de disolución, en partículas menores sometidas al tiempo y a la espera para ser arcilla maleable.
Olas blancas, espumosas, lamiendo el duro mineral costero, golpe a golpe enternecido. Devenido en largo sueño de disolución, en partículas menores sometidas al tiempo y a la espera para ser arcilla maleable.
Nos informa la ciencia que nadie puede saber cómo se encuentra el gato de Schrödinger hasta que no se abra la caja donde está encerrado... Pobre.
Melodías ancestrales que se consagran a celebraciones envueltas en júbilo o como dulce hilo sonoro para acompañar el último transitar del alma hacia las estrellas, a los pies del monte Ararat, tenido por sagrado por lo que representa lo que una vez albergó su cumbre.
Me contemplo subido a un carro del que me resulta ya difícil bajar. Podría ser el Gran Carro al que se conoce como Osa Mayor
Estas líneas que se revelan con vocación de crónica, no son más que lo que el oído escucha y lo que los ojos ven.
Claude Debussy (22 de agosto de 1862 - 25 de marzo de 1918) fue un compositor francés a quien, en ocasiones, se le consideró el primer compositor impresionista, término que rechazaba enérgicamente
Desde hace tiempo -un tiempo que da muestras de carecer de memoria-, los ‘listos’ de las diferentes sociedades humanas, han usado la etiqueta inefable de tradición para elevar ciertos eventos a la categoría de históricos e imprescindibles: tortura de animales (siempre indefensos); desprecio de cosechas enteras de tomates para el divertimento, obviando el hambre que padece la otra mitad del planeta; y la opulencia de la mercadería navideña, no menos ajena a la hambruna.
Llamamos jondo al arte flamenco que se canta desde la visceralidad. En esa zona del vientre habita una importante red nerviosa también llamada plexo solar.
Siempre es bueno cualquier momento para rendir homenaje a las personas que hacen música sin esperar el aplauso o un lleno pleno en el graderío:
Todos conocemos los símbolos que conforman nuestra lengua: las letras. Y con ellas, las combinaciones con las que se forman las palabras con sentido propio en el habla, en la lectura y en la escritura.
Con el transcurrir de los años, mi oído, lejos de perder audición, se ha vuelto hondamente exigente con respecto a lo sonoro, y de manera incontestable, con la música.
El tan buscado y mítico eslabón perdido del periplo evolutivo, a finales del siglo XIX, se atribuyó a restos fósiles encontrados denominados pithecanthropus erectus (hombre mono erecto, en griego), después clasificado como homo erectus.
Dice el saber popular que los ángeles no tienen sexo; y eso se corrobora en sus voces, cuando cantan, porque la música no sabe de géneros ni le importa.
Chet Baker, nacido en Yale (Estado de Oklahoma, en 1929), se inició en la música con un trombón que le regaló su padre en la adolescencia, pero que cambió por una trompeta porque éste resultaba demasiado grande para él. Aunque su primer aprendizaje en música la recibió en el instituto, su formación musical fue puramente intuitiva.
Enmudecieron las voces de los niños cantores de Viena (entre otras). Hace ya algún tiempo, desde Occidente se venden rudimentos de música como quien pregona naranjas en un mercado persa: anodinas, reiterativas, vaciadas de sustancia y virtud.
Lebrijano cantaba: “Unos le rezan a Dios/ otros le rezan a Alá/ y otros se quedan callados/ que es su forma de rezar”.
Aún no es verano y ya mueren de nuevo caballos desplomados en las calles de algunas ciudades: tirando de galera transportando turistas, en Palma; en la feria de Sevilla, paseando ‘palmitos’; no digamos en romerías, o precipitados por un barranco, aterrorizados, cuando eran perseguidos por perros salvajes, en una comarca de Lérida. También los cuatro en el Grand National de Reino Unido de este año mientras competían. Más los que habrán perdido su preciosa vida sin que nadie los mencione (ni lo remedie).
La vida es un enigma, todos lo sabemos. Y aunque hay quienes presumen (alardeando con su edad) de conocer todos sus secretos, también se curvan, se pliegan, ante el decaer del tiempo y sus latidos.