La Batalla Naval de Vélez-Málaga
La muerte del rey español Carlos II el Hechizado, acaecida el día de Todos los Santos de 1700, dejaba a la corona española sin descendencia. Desde los inicios del reinado era evidente que la suerte de la dinastía de los Austrias en España estaba echada ante un soberano enfermizo e incapaz, precozmente senil, que nunca debió reinar.
Dado que la catástrofe dinástica no suponía una sorpresa, sino que se la preveía con certeza desde los inicios, las grandes potencias europeas habían estado haciendo sus cálculos ante la situación que se avecinaba, especialmente Francia y el Imperio Austriaco. El rey de Francia y el emperador creyeron oportuno repartirse anticipadamente la presunta herencia. Francia se conformaba con las posesiones españolas en Europa, con las que podría redondear sus fronteras, y Austria se adjudicaría el trono español y las colonias extraeuropeas.
Al mismo tiempo, y de forma paradójica, las dos potencias mencionadas seguían intrigando en Madrid por si lograban, en exclusiva, la totalidad del botín, cosa que logró finalmente Francia, cuando Carlos II, tres semanas antes de su muerte, firmó un testamento en el que otorgaba la sucesión íntegra a Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV. El testamento español estipulaba como condición formal que el nuevo rey renunciara expresamente a sus eventuales derechos a la corona de Francia. Pero Luis XIV se niega a cumplir dicha cláusula queriendo mantener a toda costa la posibilidad de que su nieto pudiese llegar a ser, algún día, rey de España y Francia.
La confrontación aparece inevitable. Contra Francia y España se levanta una de las más poderosas coaliciones de la historia del viejo continente, en la que se reúnen Austria, Inglaterra, Holanda, Dinamarca y, más tarde, Prusia, el ducado de Saboya, Portugal y la mayoría de los príncipe soberanos de Alemania e Italia. Pronto estalla la Guerra de Sucesión Española que va a suponer para Francia numerosos y graves contratiempos, y, para España, una doble invasión enemiga y las pérdidas, en el exterior, de sus posesiones europeas, y, en su propio territorio, del peñón de Gibraltar.
La Guerra duró trece años. Los hechos militares fueron numerosos, y la batalla naval que tuvo lugar en la bahía malagueña, frente a las costas de Vélez-Málaga, el 24 de agosto de 1704, entre la flota angloholandesa, recién conquistadora de Gibraltar, y la armada franco española, que venía a proteger esta costa, constituye uno de los momentos bélicos más relevantes del gran conflicto. Según el historiador especialista en el tema Henry Kamen, ésta fue “la batalla naval más importante de la Guerra”, y en la que participaron un total de ciento sesenta y cuatro buques de gran calado, noventa y seis por parte de la armada franco-española, y sesenta y ocho por la de la coalición angloholandesa.
El combate comenzó mediada la mañana del día 24 y se prolongó durante trece horas. Sobre las fuerzas contendientes no existe coincidencia completa entre los tratadistas. Mientras que Kamen, como hemos dicho, habla de ciento sesenta y cuatro buques, repartidos en noventa y seis y sesenta y ocho para parte y parte, el marqués de San Felipe afirma que las fuerzas estaban más equilibradas, asignando el número de ciento veintiséis naves a la flota aliada y ciento cuarenta y ocho al grupo franco español.
El desarrollo de la batalla fue intenso y en ella participaron la mayor parte de los navíos que integraban ambos bandos. Tras todo un día de lucha las bajas de ambos contendientes fueron considerables, tanto en barcos como en hombres.
El resultado de la batalla quedó indeciso, aunque ambos bandos se atribuyeron la victoria. Los ingleses alegaron la retirada de los barcos franceses dejando el mar libre a los aliados, mientras que los franceses afirmaron haber desalojado a los ingleses del Mediterráneo.
No cabe duda de que esta batalla naval fue la más importante de las celebradas durante la Guerra de Sucesión, y que, por lo que respecta a las aguas malagueñas, la más importante de todos los tiempos.
Vélez-Málaga debe conocer y patrimonializar este acontecimiento histórico de tan grande importancia y repercusión histórica, no quedando ajeno a su efeméride y significación.
La figura de Blas de Lezo, marino apodado el “medio hombre”, que perdió una pierna en esta batalla, y que ya se expone desde hace muchos meses en el Paseo Marítimo de Torre del Mar, puede ser el símbolo que nos recuerde a los de esta tierra y a los visitantes, este destacadísimo hecho histórico, que no se debe olvidar, y que supuso, entre otras cosas, la llegada de Los Borbones a la corona de España, y la pérdida hasta hoy de Gibraltar.