El cólera en Vélez

Tras el verano de 1833, muere en Madrid el monarca Fernando VII. Se inicia en todo el país un periodo de inestabilidad política de tremendas dimensiones.

Tras el verano de 1833, muere en Madrid el monarca Fernando VII. Se inicia en todo el país un periodo de inestabilidad política de tremendas dimensiones.

Por lo que respecta a Vélez-Málaga, son momentos de confusión, de revanchas, de alegrías, de violencia... Nos cuentan las actas municipales cómo por las calles, bajo pretexto de rondas nocturnas, circula gente armada y enmascarada, llegando, incluso, a producirse tiroteos en la madrugada del 15 de octubre en la zona de las Cuatro Esquinas de la calle de Las Monjas. El orden público alterado produce terror y sobresalto, lo que hace que la inmensa mayoría de los veleños se encierren en sus casas.

Es nombrado nuevo corregidor don Ginés Millán de las Eras y Jara, quien dispone que, ante tal estado de cosas, los propios regidores salgan de ronda.

Precisamente en estos años, al terciar el siglo, comienzan los brotes epidémicos de cólera morbo que se van a suceder en nuestro país en número de cuatro a lo largo de todo lo que resta del XIX. (En 1833, 1855, 1860 y 1885).

El cólera es una enfermedad aguda y grave producida por el bacilo de Koch que se manifiesta con vómitos repentinos y abundantes diarreas, con los que el enfermo pierde rápidamente una cantidad muy elevada de agua, muy necesaria para las reacciones químicas del organismo. Estos síntomas pueden presentarse tan rápidamente que el enfermo sucumba en pocas horas, antes de que sea posible socorrerlo. Debido a la gran pérdida de agua, la piel del enfermo se arruga, la cara se pone demacrada, la nariz se afila y los globos oculares se retraen.

La enfermedad se detecta en primer lugar en Málaga, el día 12 de septiembre de 1833, fecha en que el médico Sr. Reyna da parte a la Junta de Sanidad de la capital, de la existencia de un enfermo sospechoso. Muy pronto el mal se extenderá como un reguero de pólvora.

Son muy escasas las referencias que aparecen sobre esta epidemia en las actas municipales veleñas. Ni tampoco nos acompañó la suerte tras la ardua tarea de localizar el libro titulado Parangón de las dos epidemias coléricas de 1834 y 1855, que se publicara en Vélez-Málaga, cuyo autor, don Bernardo Muñoz Piquer, en lugar de llenarnos la laguna documental que en este punto lamentamos, divaga en un sinfín de desvaríos científicos con rimbombantes términos, más inclinados a una pretendida terapia de la enfermedad que al estudio de su impacto en Vélez. 

Son, pues, muy escasas las referencias con que contamos pero, no obstante, podemos afirmar que la infección incidió, y con fuerza, y que se tomaron las medidas preventivas, de aislamiento y de emergencia habituales.

Muchas de las familias acomodadas huyen de la capital de la Axarquía y, como en otras ocasiones anteriores, la Virgen de los Remedios, patrona de la ciudad, es bajada de su santuario en rogativa hasta la iglesia de San Juan Bautista, donde va a permanecer todo el tiempo que dura la criminal enfermedad.

Apenas pasados unos años, en 1837, un hecho no excesivamente extraño pone en peligro la estabilidad emocional de los veleños. Con motivo de una fuerte escasez de lluvias cunde el temor de que la sequía prolongada puede incidir peligrosamente en el nivel higiénico de la población. Es posible, y la reincidente aparición del cólera así parece demostrarlo, que durante muchos años la enfermedad permaneciera en estado latente, “atenuada”, pero no erradicada en su totalidad.

Así que, cuando se seca la fuente que abastece al vecindario, un estado de psicosis general provoca nerviosismo y temor, que durante varias fechas causa más daño que la misma sequía.
Por otro lado, pronto se limpia la cañería del acueducto y “las aguas -nunca mejor dicho- vuelven a sus cauces” y se comprueba que la situación no era tan alarmante.