Origen de Torre del Mar
El origen del núcleo urbano de Torre del Mar se remonta, con altísima probabilidad, a la época fenicia, dado que, al estar situada en la costa y con un importante puerto natural, resulta muy lógico que recibiera de primera mano a los distintos pueblos que llegaban por mar. Parece confirmar lo que decimos la abundancia de restos fenicios que aparecen en sus inmediaciones.
La primera referencia escrita, de la que tenemos noticia, se remonta al siglo XI de nuestra Era.
Aparece en las memorias de Abd Allah, último rey Zirí de Granada, destronado por los almorávides en el año 1090. La lacónica cita, recogida por los autores Lévi-Provençal y García Gómez, en la página 185 de su libro El Siglo XI en primera persona, editado en Madrid en 1981, dice lo siguiente: “...Desde este castillo, que era el de Astanir, me encaminé a Torre del Mar (Mariyyat Ballis), que cayó sin tardanza, y proyecté continuar hasta Bezmiliana (Bizilyana)...”.
En el siglo XII, el geógrafo árabe, y notable viajero, Al-Idrisí escribe en su Descripción de España su paso por Torre del Mar. Contamos al respecto con la traducción realizada por don Antonio Blázquez, y que fue impresa en Madrid en el año de 1901. Es en la página 38 donde podemos leer lo que sigue: “...Desde allí (Torrox) al castillo de María Belliz (Torre del Mar), pequeña fortaleza sobre la costa al occidente de la cual está la desembocadura del río llamado ‘Mallaha’, doce millas...”.
En este mismo siglo, el rey cristiano Alfonso el Batallador, realizó, allá por el año de 1125, una expedición en auxilio de los mozárabes del Reino de Granada. Según las crónicas de la época, llegó “hasta las playas de Vélez-Málaga”, donde, simbólicamente, tomó posesión de la “mar océana”, la llamada “mar de África”. De ello nos da referencia el ilustre historiador malagueño del pasado siglo don Federico Guillén Robles, en su Málaga Musulmana (Málaga, 1880), que, en la página 174 de su capítulo VII, alude a “...la irrupción de las huestes, que arrasando cuanto hallaban al paso, como turbión de arrebatadas aguas, penetraban con Alonso VII hasta las playas veleñas...”.
Mucho más explícito resulta el Dr. Emilio Serrano Díaz, en su libro Castillos de Andalucía (Madrid, 1967) que, en su página 146, nos refiere el hecho de la siguiente manera: “...Siglo XII, cuando el infatigable batallador, el rey Alfonso VII, el introductor de la Casa de Borgoña, en heroicidades sin fin, desciende desde su corte toledana, para, en feroz embestida, llegar al que él llamaba el Mar de África, que, increíblemente, alcanza en las costas de Vélez-Málaga...”.
El gran arabista don Francisco Simonet, en su Descripción del Reino de Granada (Madrid, 1860), sacada de los autores árabes y, en especial de Ebn Al-Jathib, al referirse a las poblaciones que en el siglo XIV pertenecían a la jurisdicción veleña, página 95, dice: “... Miraya Ballix, o la Atalaya de Vélez, hoy la Torre del Mar...”.
En cuanto al topónimo, el mismo nombre de ‘Torre’ del Mar nos indica el origen militar del enclave. Lo más probable es que haya que enmarcar la construcción primitiva de ‘La Torre’ dentro del sistema de defensa de la costa del antiguo Al-Andalus.
Está claro que el núcleo urbano original de Torre del Mar a finales del siglo XV, momento de la conquista cristiana, es muy pequeño. Con toda probabilidad se reducía a lo que hoy son las calles Ancha, Angosta y Pozo de la Obra.
Una de las referencias más antiguas al núcleo urbano de Torre del Mar es la que aparece dentro del texto que ilustra el dorso del famosísimo grabado del Civitatis Orbis Terrarum... (Colonia, 1572) en el que Giorgius Braum dice: “...A media legua de la ciudad (Vélez-Málaga), a orillas del mar, se ha construido una gran casa de piedra que tiene por dentro muchos departamentos; la llaman Torre de Vélez, a donde tienen que llevar todo lo que produce la región para pagar arbitrios al rey antes de exportarlo...”.
Desde sus orígenes más remotos Torre del Mar siempre fue un extraordinario lugar de encuentro y una hermosísima ventana al mar de la Axarquía. Hoy sigue teniendo una magia que solo es explicable en sus, al menos, mil años de historia, y en su cuidada acumulación de sabidurías aprendidas de los caballeros del campo y los héroes del mar que la habitaron generación tras generación.