Rafael Alberti

Artículo de Francisco Montoro

Rafael Alberti, el escritor español, especialmente reconocido como poeta, miembro de la Generación del 27, nació en 1902 y murió en el mes de octubre de 1999. Precisamente un mes de octubre, el día 31 del de 1983, visitó Vélez-Málaga como último representante de aquella inolvidable generación… Y compartió con los veleños un día de su vida.

Hacía solo cinco años que los españoles nos habíamos dado una constitución democrática. Rafael había vuelto de su largo exilio en Italia, con ilusión, vitalidad y un fuerte compromiso de servicio a su país, con sus ideas y con la cultura. Demandado para visitar la capital de la Axarquía por un grupo de jóvenes admiradores, no dudó en decir que sí. Los pretextos se formalizaron en cuestión de horas, el nombramiento de ‘Profesor Honorario del Centro de Educación Permanente de Vélez-Málaga’ (hoy CEPER María Zambrano), un recital público en el teatro Lope de Vega, una visita a las Cuevas de Nerja... El Ayuntamiento, su alcalde Juan Gámez, y su concejal de Cultura Salvador Soriano, pusieron en marcha toda la maquinaria precisa y, en cuestión de una semana, todo se hallaba dispuesto para la acogida.

Llegó Rafael Alberti a Málaga, en avión, desde Madrid, acompañado del joven poeta Luis Muñoz. En el aeropuerto le aguardaban el referido concejal de cultura y el profesor del Centro de Adultos, y poeta, Joaquín Lobato. A la llegada a Vélez-Málaga, el alcalde y la Corporación, junto a numerosos veleños del mundo de la cultura, le hicieron una recepción oficial en el salón de plenos del Ayuntamiento, que, por aquel entonces, se hallaba en la Plaza de la Constitución, precisamente en el lugar donde siempre estuvo desde el siglo XVI. Un acto emotivo, digno, sencillo y brillante a la vez.

Por la tarde, el hermosísimo claustro del Convento de San Francisco, edificio donde, desde 1971, se hallaba ubicado el Centro de Adultos, lucía en todo su esplendor. Profesores, alumnos, mundo de la cultura y autoridades, se disponían a homenajear al ilustre poeta. Se había dispuesto un acto sencillo. Una bienvenida a cargo del director del centro, unas palabras de un alumno, posible intervención del alcalde, in­­­­ter­vención de Rafael Alberti... El Centro había dispuesto, como obsequio y recuerdo al ilustre poeta, un cuadro del pintor veleño Antonio Hidalgo, antiguo alumno del centro.

Todo se desarrolló como estaba previsto. Con puntualidad y precisión, en medio de una intensa atmósfera de curiosidad, reconocimiento y gozo. El acto comenzó cuando el director del centro, en aquel entonces, comenzaba su bienvenida con unas significativas palabras: “Querido Rafael, hoy las palomas blancas de nuestro pueblo...”. Luego, las miradas atentas, los regalos, los agradecimientos... Y Rafael Alberti, emocionado, contó cómo en su niñez tuvo que abandonar los estudios, confesando que no había en su haber título académico alguno, aunque luego fuese doctor honoris causa por varias universidades, y que se solidarizaba entusiasta con aquellos estudiantes que, con decisión y constancia, se esforzaban por crecer culturalmente, y recuperar, a lo largo de la vida,  lo que las aulas en los años jóvenes no pudieron concederles.

Y recitó. Lo hizo con sentimiento, con dedicación, con el convencimiento de que estaba ante un auditorio “auténtico” que le profesaba admiración desinteresada, y reconocimiento emer­­­gente del alma, con la seguridad de que lo hacía ante los suyos, ante andaluces sinceros, ávidos de cultura, inventores de un futuro que les correspondía y que, alguien, sin saber porqué, se lo había hurtado. Agradeció el cuadro de Antonio Hidalgo, dedicó unos dibujos al centro y a los profesores, y departió, solícito, con los alumnos que le abordaban. Un recuerdo inolvidable de un poeta de la verdad, que, cargado en años, se sentía joven...

Luego, en el Lope de Vega, el todo Vélez volvió a aclamar al poeta, antes, durante y después de recitar sus versos. Recitaron Luis Muñoz, Joaquín Lobato y Rafael Alberti. Tocó la guitarra Salvador Conde. Y el alcalde, Juan Gámez, protagonizó la anécdota de la jornada, confundiendo varias veces los nombres, llamando al poeta “Salvador Alberti” y, al concejal de Cultura, “Rafael Soriano”.

Tras su muerte, sus cenizas, lanzadas por deseo propio a las aguas del Mediterráneo, en tierras gaditanas, quizás vuelvan, alguna vez, a acercarse a este acogedor lugar de la Axarquía, donde dejó amigos, admiradores, seguidores... que, emocionados, le sienten vivo, le admiran, y le recordarán siempre.