Ser vecino
Artículo de Francisco Montoro
Ser vecino en Vélez-Málaga no difiere mucho de lo que es ser vecino en otra población andaluza. La condición de vecino procede de la situación y características del lugar en el que se vive, se habita, de la ubicación concreta, de las relaciones con otros vecinos, de las características de la ordenación del territorio en cuestión, de las relaciones con la administración, de las peculiaridades antropológicas, lúdicas, culturales, etc., etc.
La vecindad es una variable en nuestras vidas que nos aporta algunas ventajas e inconvenientes. Entre las ventajas cabrían destacar el acompañamiento, el auxilio en la necesidad, la colaboración en lo cotidiano, el amparo en caso de grandes males, etc., etc. Entre los inconvenientes destacan las dificultades para la privacidad, los roces vecinales, las rutinas incómodas de la convivencia, las empatías y antipatías de origen desconocido, las incomodidades varias…
Las disputas y trifulcas vecinales resultan un clásico en la interpretación de las relaciones humanas, hasta el punto de que “vecindad” en muchos casos contempla un cierto tufillo de conflictividad y se suele asociar “vecinos” con “conflictos”. Cosa que, por cierto, no es, ni mucho menos, así siempre. Es más, resultan conocidas infinidad de agrupaciones vecinales que disfrutan con actividades conjuntas, que comparten tareas lúdicas y sociales, que construyen y llevan a cabo proyectos de vecindad que nos animan a ver en positivo el mundo que nos ha tocado vivir.
Los vecinos se agrupan, muchas veces, en asociaciones de vecinos, peñas, cofradías de barrio, clubes deportivos, grupos de bailes, teatros, verbenas…
Ser vecino en positivo supone integración en el medio en el que vives, compartir las fiestas, los proyectos, las tareas; ser solidario con los cercanos, con los próximos, con los que comparten preocupaciones, objetivos, con quienes tienen las mismas aspiraciones de salubridad, cultura, deporte, religiosidad, festejos… El buen vecino tiene mentalidad de servicio, capacidad de compartir, actitud colaborativa, opción por el respeto personal a la disparidad, y un largo etc.
En nuestra ciudad, vecindad y “veleñismo” se parecen mucho. Hasta el punto de que los inconvenientes y las ventajas de la vecindad se trasladan fácilmente al veleñismo. La conciencia de pertenencia a nuestro municipio nos hace tener comportamientos que nos identifican con facilidad. Somos acogedores, criticones, amantes de la Semana Santa, defensores “de lo nuestro” -si nos tocan la fibra sensible- proclives a los chistes, dados a la dejadez y abandono en cuanto a la riqueza patrimonial, voluntariosos con nuestras cofradías, peñas…
A veces olvidamos que política es todo. Política es que haya, o no, luz en las calles; política es que existan, o no, escuelas dignas y para todos; política es que se proteja, o no, la salud; política es que exista trabajo, cultura, progreso, bienestar…
Los veleños tenemos unas relaciones de vecindad que, en muchas ocasiones, resultan extremosas. No somos tolerantes con nuestros adversarios ideológicos, con nuestros oponentes políticos, con nuestros discrepantes, con quienes difieren de nuestras visiones.
Sería bueno que, tras el verano, dado que entramos en año electoral, los veleños hiciésemos un esfuerzo de ciudadanía y vecindad. La guerra política en Vélez-Málaga no es cosa de ahora. Sorprende cómo, a poco que se escudriñe en el pasado de esta tierra, se tropieza uno con precedentes que demuestran que este rincón de Andalucía, tan afortunado en tantas cosas, ha tenido siempre numerosos affaires que han salpicado los tiempos pasados de numerosos enfrentamientos “político-pintorescos” que, incluso hoy, causan rubor, o estupor, según se mire. Folletos, libros, documentos impresos, octavillas de distintos tipos, tamaños y colores, nos dan abundantes noticias de lo que afirmamos. Nunca este Vélez-Málaga de nuestras entretelas fue, ni vecinal ni políticamente, una tierra sosegada.