Terremotos

La humanidad acaba de sufrir un terrible terremoto en Turquía y Siria.

De 7,8 puntos de intensidad en la escala de Richter, con miles de muertos -ya pasan de 10.000-, miles y miles de heridos, infinidad de edificios derrumbados, destrucción de los servicios básicos (elec­tricidad, agua potable, sanidad…) y caos en los más variados órdenes de la vida. Desgracia con mayúsculas que requiere la movilización de toda la población civil y la solidaridad internacional…  

Anoche, cuando los medios de comunicación narraban las terribles dificultades que estaban pasando los servicios humanitarios y los incontables voluntarios para tratar de salvar el mayor número de vidas posible, en una con­diciones de frío inmenso, oscuridad profunda, cansancio extremo, peligro de réplicas (nuevos terremotos), derrumbes por edificios inestables, falta de agua, alimentos, ropas de abrigo, y un larguísimo y descorazonador etc., el miedo y la pena invadía al mundo en todas sus dimensiones. 

Resulta difícil sustraerse a la memoria de que en la navidad de 1884 los damnificados fuimos nosotros. Los Terremotos de Andalucía de 1884 afectaron grandemente a las provincias de Granada y Málaga, y nuestra ciudad, Vélez-Málaga, sufrió un gran revés, de lo que dimos cuenta el mes pasado en un Catalejo.

Un oficial de infantería, don Eduardo Feliú Boada, publicó en Madrid un informe sobre lo ocurrido en la capital de la Axarquía que, entre otras muchas cosas, decía: “…Aumentó el pánico una fuerte tempestad a la que antecedieron nueve sacudidas en poco tiempo, a consecuencia de las cuales, quedaron destruidas muchas casas y amenazando ruina las demás…” (Madrid, 1885, página 35).

Durante los tres o cuatro primeros días, cada población y cada familia se vieron obligadas a hacer frente a la desastrosa situación con los escasos medios de que disponían. No cabe duda de que la falta de auxilio fue la causa de las numerosas muertes que se produjeron. No se puede olvidar que el seísmo se produjo de noche, en el mes de diciembre, en medio de un temporal de frío y nieve. Los ilesos más fuertes, y los vecinos de los pueblos cercanos, se convirtieron en improvisados enfermeros, enterradores, bomberos, psicólogos…

Todos los que se enteraban en cualquier lugar del mundo, se ponían en el lugar de los damnificados para entender que los primeros momentos debían ser terribles, sin alimentos, sin medicinas, sin viviendas, sin medios para desescombrar… de noche, en pleno invierno y rondando nevadas muy recias. (Pensemos que, según los informes consultados, algún tiempo después de la catástrofe, fallecían diariamente en poblaciones afectadas, como por ejemplo Arenas del Rey, tres personas por término medio, a causa de las inclemencias del tiempo).

Las primeras ayudas que se recibieron fueron cargamentos de víveres y de mantas…, y se abrió una subscripción nacional invitando a todos los ciudadanos a colaborar con los damnificados.

Al día siguiente de la catástrofe, empezaron a llegar noticias a todos los rincones del país, y algunas zonas del mundo, sobre lo acontecido y los daños sufridos. Pero la ubicación de los núcleos más dañados y las comunicaciones existentes en la época, nos dan pistas para entender la tardanza en la reacción general. La verdad es que, hasta que el diario El Defensor de Granada no pidió auxilio a la prensa nacional, el 29 de diciembre, no había cundido la alarma. Incluso para muchos periódicos madrileños, se interpretó todo aquello como una “exageración andaluza”. Pero cuando los pri­meros días de enero los corresponsales de todos los periódicos nacionales comprobaron que no existía dicha exageración, sino que lo que existía era una tragedia tremenda, se dispuso por parte de todos un eficaz dispositivo de ayuda a los damnificados y de promoción de la solidaridad general, tanto interna del país como en el exterior.

Y así la noticia de los terremotos en el Sur de España dio la vuelta al mundo. Y alrededor de cuarenta países mandaron donativos, hasta un total de tres millones de pesetas, para ayudar a los desdichados malagueños y granadinos afectados. Las naciones más solidarias fueron Alemania, Portugal, Gran Bretaña y Francia.

Hoy, en febrero de 2022, ya hay cuarenta países ayudando a los damnificados del terrible terremoto de Turquía y Siria. Cabe creer en la solidaridad de los humanos que conscientes del terrible dolor y desesperación que se está sufriendo en la zona afectada optan por ayudar de alguna manera para aliviar a quienes sufren por una catástrofe tan tremenda y desoladora.