Sentimiento de odio, pasión privada
Lo que pasa en la economía afecta a la sociedad, y por lo tanto afecta a la política, que reacciona para proteger una pretendida estabilidad social.
Lo contrario también es verdad, es decir, si cambia la política la economía resulta afectada, con lo que podemos decir que se vive en una de estas dos situaciones : la política al servicio de la economía o la economía al servicio de la política, y la experiencia nos dice que en un sistema de democracia representativa es poco probable que ambas cosas mejoren a la vez. En los últimos años el cambio se ha acelerado, la complejidad ha crecido y al paisaje social se ha añadido una temible incertidumbre, ya que nuestras economías están en declive debido a que nuevos protagonismos se han unido a los tradicionales. El movimiento feminista ha creado nuevas reglas, y las leyes han incorporado nuevas visiones sobre las pasiones y los sentimientos humanos, en un afán de reconducir y controlar a los que resultan «peligrosos» para el sistema. Estudios profundos sobre las pasiones y los sentimientos han ayudado históricamente a concebir métodos de control y nuevas políticas. Un elemento importante del control se encontró en la invención de nuevos términos o nuevas palabras, dando origen a nuevas definiciones de lo viejo, ya que con ellas se intentaba que la atención de los más apasionados se desviara hacia nuevos intereses. Por ejemplo, ya no era tan importante el odio, sino su definición y la posibilidad legal de castigarlo, o lo que es lo mismo, controlarlo. No hay pasión más antigua que el odio, y nada a lo largo de los siglos ha podido eliminarlo. El odio es antipatía y aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea. Odiamos aquello que consideramos una amenaza a nuestra identidad o a nuestros intereses, y en ese odio no hay lugar para la compasión. El odio se consideraba una pasión privada, comparada con la ira, y en muchos casos fruto de la frustración y del desconocimiento, y ahora vivimos una época en la que afloran los odios públicos, ya que no sólo se odia al conocido, se odia a los grupos, a sus ideas y a sus acciones.