¿Cómo concibes la justicia?

Vivimos en un mundo global, donde las relaciones humanas son complejas y están muy ramificadas, y ello nos dificulta poseer un verdadero sentido de la Justicia. Porque la concepción de la justicia exige mantener no sólo un conjunto de valores, sino también comprender las relaciones de millones de personas que habitan en los distintos continentes.

Relaciones económicas, sociopolíticas y culturales que están sometidas a unas causas y a los efectos que se producen. Por ejemplo, podemos vivir pacíficamente en nuestras casas, sin hacer daño a nadie, pero no somos conscientes e ignoramos que nuestras vidas confortables se basan en el trabajo infantil en deplorables talleres clandestinos del tercer mundo. El sistema está estructurado de tal modo, que quienes no se preocupan, ni hacen ningún esfuerzo para saber la realidad de las injusticias que se dan, viven en una dichosa ignorancia. Los que sí lo hacen, les costará mucho saber la verdad. Porque las injusticias  surgen de acciones que se realizan a gran escala, y no de prejuicios individuales. 

Nuestro sentido de la justicia está anticuado, por ejemplo, el mandamiento de no robar significa tomar físicamente con nuestra propia mano algo que no nos pertenece. En la actualidad, dicha concepción queda desfasada. Porque, de manera indirecta, se puede cometer delito si el dinero lo invierto en una empresa petroquímica que me da grandes beneficios. Pero esa empresa se enriquece  a costa de verter residuos tóxicos a un río, haciendo daño a la salud pública. Contrata una legión de abogados para defenderse de cualquier demanda. Mantiene a grupos de presión que bloquean cualquier normativa ambiental. Lo que se deduce, que un mundo donde todo está interconectado, el imperativo moral supremo se convierte en el imperativo de saber. Por lo tanto, el mayor pecado que cometemos es causa de nuestra ignorancia. La historia humana así lo demuestra: los mayores crímenes cometidos no sólo fueron causa del odio y la codicia, sino mucho más de la ignorancia y la indiferencia. 

El asunto se complica, porque, en verdad, no somos capaces de comprender los principales problemas morales. Tendemos a negarlo por comodidad, minimizando la cuestión, creando dos frentes, e incluso tomando partido, pero nunca llegamos a vislumbrar  la complejidad del conflicto y su alcance. Lo cierto es que padecemos problemas globales, pero no existe una comunidad política global que actúe ante tales problemas. Las instituciones o bloques de poder que existen actúan por intereses económicos, nunca por cuestiones morales que conduzcan a la justicia social.

Y si la información es poder, la desinformación es una manera de manipulación de las masas, de hacernos creer una visión de la realidad que no se da; de influir en nuestros actos y toma de decisiones; vivir en esa dichosa ignorancia. La desinformación ha sido siempre el recurso para los conflictos de guerras, pero, en la actualidad, se ha extendido a todo los ámbitos: sociales, económicos, políticos... La pregunta es si nos exime de culpa ante las injusticias, o bien nos obliga a combatirla. Tú decides.