Cuando muere un árbol
Cuando muere un árbol por abandono, por la contaminación, porque han edificado en su hábitat y lo han derribado; o lo veo arder en el bosque, yo siento orfandad, porque es algo íntimo que se me ha muerto. Como expresa el filósofo alemán Friedrich Nietzsche: “Un árbol es nuestro contacto más íntimo con la naturaleza”.
El día veintisiete de noviembre de dos mil veintidós, se celebró un emotivo manifiesto de condolencia por el ficus ‘caído”, que está en el Paseo de Andalucía de Vélez-Málaga. En un acto organizado por GENA-Ecologistas en Acción, Sociedad de Amigos de la Cultura de Vélez, y Emergencia Climática Axarquía. Era un árbol centenario, gemelo al que hay en la entrada de este paseo tan histórico. Ambos árboles, con su presencia durante más de un siglo, han acompañado de emociones las vidas de generaciones de veleños. Uno de ellos, se ha quedado huérfano y, es triste verlos así, da pena. Hay que reconocer la importancia que tiene la desaparición de un árbol por lo que representa, tanto en el aspecto emocional como ecológico. Fue mi respuesta a una señora que, no entendía la situación, y me decía: “¡Señor, pero sólo es un árbol que ha muerto!” Y continúe argumentando: “Señora, los parques y las plazas son lugares de encuentro y de convivencia; su arboleda conforma el paisaje urbano que da vida e identidad a la ciudad”.
Pensar que los árboles son tan necesarios para la vida; me conduce a invitaros a reflexionar sobre: ¿Qué paisaje urbano queremos, ahora, y en el futuro?, qué hacer para proteger los árboles de la inclemencia del cambio climático? Preguntas que, individualmente, exigen respuestas; y, colectivamente, acciones a realizar. Y apostar por una mayor presencia de árboles en las ciudades; valorando el bienestar que nos dan para nuestra salud física y mental.
En nuestra Axarquía, según expresan los expertos sobre el tema, hay que tomar conciencia de la problemática de abandono del hábitat rural; y tener en cuenta el peligro ambiental que implica el crecimiento acelerado de población en las ciudades costeras; dándose en ‘alza’ el valor del suelo, para mantenimiento del turismo. Por otra parte, se da la eclosión de grandes centros comerciales en la periferia de la ciudad y, como contrapartida, el abandono del ‘Centro Histórico’. Es urgente revertir la situación, y planificar un concepto cultural del ‘Paisaje urbano’ y, para ello, se exige un equilibrio entre el mantenimiento del hábitat rural y el desarrollo de las ciudades costeras: creando corredores ecológicos-culturales que los aúnan. Que lograría un reparto económico más justo y equitativo Así lo expresa también la Convención Europea del Paisaje, al afirmar que “el ‘Paisaje’ contribuye a la formación de las culturas locales y es un componente fundamental del patrimonio natural y cultural, que contribuye al bienestar de los seres humanos y a la consolidación de la identidad”.
Volviendo al árbol, a ese abrazo con el que nos acoge, evitemos que se sienta prisionero en la ciudad: Démosle ese espacio para que viva en los corazones de las plazas; en amplios jardines; en parques abiertos... Inundando un mar de sensaciones. Porque lo sé, el árbol tiene buenos sentimientos. ¡Su vida, es nuestra vida!