Caballito trotador

Aún no es verano y ya mueren de nuevo caballos desplomados en las calles de algunas ciudades: tirando de galera transportando turistas, en Palma; en la feria de Sevilla, paseando ‘palmitos’; no digamos en romerías, o precipitados por un barranco, aterrorizados, cuando eran perseguidos por perros salvajes, en una comarca de Lérida. También los cuatro en el Grand National de Reino Unido de este año mientras competían. Más los que habrán perdido su preciosa vida sin que nadie los mencione (ni lo remedie).

El noble bruto. Lo de noble lo puede entender cualquiera que se haya acercado a los caballos; mas lo de bruto es algo que me cuesta descifrar. Su fuerza, la musculada anatomía y la energía que manifiesta, es su naturaleza animal. Bruto es el que lo maltrata o lo revienta a ‘trabajar’. Tal es su energía, que se le escogió como unidad de medida de fuerza para fiscalizar la potencia de nuestros automóviles.

El caballo, símbolo esparcido en las cuatro direcciones: el mítico caballo de Zeus, el alado Pegaso con Belerofonte sobre su grupa; la construcción de un caballo grande para tomar Troya; el caballo blanco con el mágico cuerno sobre la frente surgido de la fantasía poética; el universal equino de la triste figura, Rocinante.

Y son los poetas los que acuden en todos los tiempos a engrandecer a estos nobles y amansados animales con mirada planetaria: Nana del caballo grande, de Federico García Lorca. Nana cantada que abre a los niños el portal grande a la música del mundo, porque son grandes sus almas. Potro oscuro, cuento que Miguel Hernández escribió para su hijo Manolillo cuando fue encerrado por personas sitiadas en otra índole de oscuridad. Caballito trotador que recoge a todo tipo de criaturas por el camino hacia el Gran País del Sueño. Caballito solidario que con la música de su relincho les acompaña al pacífico dormir. La música eternamente presente en la vida toda.
Circula en internet una historia lamentable sobre una yegua llamada Música (precisamente), y cómo a algunos ‘seres humanos’ aún les queda mucho por recorrer para merecer este título.

Sirva de importante aviso, la queja que el pasado año elevó el defensor del pueblo a la Junta de Andalucía por el maltrato que algunos equinos su­frieron en la romería del Rocío. La serreta es un artilugio semicircular de hierro, con dientes, que se le pone al animal sobre la nariz. Parece obvio que con la única in­tención de someterlo a través de la tortura y así poder disfrutar de la romería sin que el animal ‘moleste’.

Pero dejando de lado -que no olvidados-a los torturadores, el caballo ha servido de inspiración para la música: Haydn, Schubert, Schumann, Liszt, Brahms, Debussy...

Yo también tengo en mi vida un caballito trotador. En la primera niñez, cabalgaba un triciclo con cabeza de caballito de madera sobre el manillar. Tal vez recuerdos de últimas batallas que, definitivamente, se borraban de mi memoria a este lado del velo, según las palabras que me dijo aquel hombre que decía ser vidente: “En tu vida anterior fuiste un gladiador que luchaba por la justicia de los hombres”.

Me quitaron mi caballito para darle una mano de pintura. Jamás volví a verle.