viernes, 22 de noviembre de 2024 00:00h.

1918-2018. Centenario de la muerte de Antonio Ortega Escalona

¡Honor al Breva!

El año 2018 que nos llega será el del Centenario de la muerte de nuestro paisano Antonio Ortega Escalona,  quien con el sobrenombre artístico de Juan Breva se erigió como la primera gran figura de la historia del cante flamenco. Una ocasión excepcional para que Vélez-Málaga, su ‘pa­tria chica’, amén de los ho­nores institucionales debidos, se comprometa en la estudiosa tarea de restituirlo en el trono de los cantes malagueñeros que durante su largo reinado conquistó con los mimbres del fandango veleño.

Ilustración de Eugenio Chicano
Ilustración de Eugenio Chicano

A Paco Cachele, 

breviano de condición, tan leal a sus cantes y a sus amigos

como Juan y sabio entre los sabios, con afecto dedico.

Sin Juan Breva (1844-1918), el verdial malagueño se hubiese quedado en un mero folclore provincial de los tantos que secularmente han preñado la tierra andaluza. Con Juan Breva, el rústico cantar malagueño puede blasonar ante la cultura musical andaluza de ser la fuente primigenia de donde directamente bebió y creció, atravesando el fandango verdial de Vélez-Málaga, el palo flamenco, la malagueña, que, más allá del ‘cante jondo o negro de los gitanos’, abriría de par en par las puertas al ‘cante andaluz’, o blanco si se prefiere, inspirando la flamenquización del levante meridional de la península. 

Justo cuando arranca ─con la adopción del cantar ma­­lagueñero del Breva en el hermético cante de los gi­ta­nos, que estos crearan durante su asimilación de las mú­­sicas andaluzas─,  la síntesis superadora de aquel pri­­migenio binomio excluyente, ‘gitano & andaluz’, que hoy caracteriza al universal Cante Flamenco que An­da­lu­cía con orgullo patrimonializa. Un cante flamenco, con rasgos y estilos negros o blancos, pero ya sin monopolio gitano o payo, donde el arte no entiende de colores.  

En cuyo proceso, entre los años 60 y 90 del siglo XIX, dos revoluciones vendrían a consolidar la ‘síntesis superadora’ de aquella dicotomía ‘gitanos & andaluces’ que aflora con el Breva (Demófilo 1881). La previa a nuestro paisano, del italo-argentino Silverio Franconetti, nacido en Sevilla, sobre la ‘época oscura’ del cantar gitano, quien con su voz blanca, adecua los ‘soníos negros’ al gusto de su tiempo, aligerándolos de jonduras. Y la posterior al veleño, cuando sobre la esencia verdialera de la malagueña de nuestro cantaor, dos jóvenes gaditanos, Fosforito  (1869-1945) y Antonio Chacón (1869-1929), vertieron las influencias gitanas con las que habían crecido, mistificándola. 

Todavía en 1935 (Fernando de Triana), estas malagueñas, la vernácula de Juan y la foránea de Chacón, convivían en la memoria del flamenco. Lástima que solo una quincena de años después, los brevistas capitalinos no atinaran a identificar las características del cante del Breva, cuando, en su delirio por la bandolá, lo expulsaron del paraíso de la malagueña genuinamente nuestra, que Juan había fundado y glorificado con tanta lealtad, dejando que el vacío trono malagueñero fuese ocupado, cual monopolio, por los ejecutores de la deriva mistificadora, con Don Antonio Chacón a la cabeza.

El causante primero del estropicio, fue el perote Pepe Navarro, quien en su obsesión por barrer para Álora la malagueña, se agarró un verdadero odio al fandango de Vélez, como llegó a escribir, descubriendo sus cartas: “Juan Breva fue el elegido [¿por quién?] para engrandecer y divulgar, aflamencándolo, el burdo fandango natural de los montes malagueños, que tomó el nombre de “verdiales”. Introdujo estos fandangos en Madrid, donde eran totalmente desconocidos, y tanto los indígenas como los forasteros que tanto han abundado siempre en la capital de España, dieron en llamar malagueñas a lo que Juan Breva cantaba, por el solo hecho de que el cantaor era malagueño. Falsa fama [?], por supuesto. Sin embargo, el dicho “malagueñas de Juan Breva” yo creo que ha sido pronunciado por la boca de todos los españoles y de gente de fuera de España [naturalmente, ¡todos equivocados!]”. Lo malo es que no solo se lo creía él.

Todo un atentado de lesa malagueñez, que su joven amigo Pepe Luque secundaría, sentenciando en 1965: “¿Malagueñas de Juan Breva?, ¡error! No es de buen aficionado afirmar que Juan Breva cantó malagueñas, [¡lo que cantó el veleño fue la bandolá!]”. Un dogma papal, que, tanto la peña que se nombra Juan Breva (ironía del destino), como la flamencología, aceptaron sin rechistar. Y ante el que, aquella sumisa afición hizo mutis por el foro, abandonando al legendario ‘rey de las malagueñas’. 

Y así hemos estado desde los 60, con los cantes del Breva arrumbados en el cuarto de la bandolà, en un sinsentido que ha hecho historia. Hasta que medio siglo después, el ‘Debate en defensa de Juan Breva’ ─publicado completo en 2014 por el Ayuntamiento y la Peña Flamenca de Vélez, a modo de prólogo de la reedición de la primera biografía del genial veleño, la escrita por Miguel Berjillos─, protagonizado por el que suscribe, Luque Navajas y José Morente, sacaba a la palestra pública, para fastidio de unos y alegría de otros, el inmenso error contra Juan Breva. 

Hace tiempo que se venía cociendo a fuego lento la verdad ‘malagueñera’ del Breva. Mis propios escritos y charlas, pero muy especialmente con el extraordinario libro del granadino Jorge Martín Salazar, “Las Malagueñas y los Cantes de su entorno” (1997) y, diez años después, con la valiente conferencia sobre ‘El cante de Juan Breva’ que en el año 2007 Luis Soler Guevara ofreció en la propia sede de la Peña Juan Breva. Libro y conferencia, no sólo gremialmente silenciados, sino sistemáticamente ignorados por los propagandistas de la ‘bandolá’.

El estudioso granadino remataba brillantemente: “Según el criterio expuesto por Luque Navajas, no han sido buenos aficionados ni Demófilo [el padre de los Machado], ni Fernando de Triana, ni Núñez de Prado, ni Pepe de la Matrona, ni Don Antonio Chacón, ni siquiera el propio Juan Breva, tantas veces proclamado rey de las malagueñas, ya que todos ellos dieron el nombre de malagueñas a lo que Juan Breva cantaba”.

Definitivamente, la primera gran figura nacional de la historia del Cante Flamenco plantó el folclore verdial malagueño en la mesa de la flamencología, donde habrá de estudiarse su evolución hasta el fandango veleño. Con el que Juan Breva, recreándolo, injertó la rama de la malagueña en el árbol flamenco; iniciando así, a su vez, más acá del triángulo negro gitano (Cádiz-Jerez-Sevilla), la flamenquización de los folclores levantinos, desde Murcia a Granada, de Almería a Jaen, Alicante o Albacete. 
Definitivamente, para devolverle el honor al Breva de su verdad flamenca e histórica, falta aún la palabra de su capitalina Peña Juan Breva...