Antonio Souviron presenta a Antonio Jiménez en su conferencia sobre Juan Breva
El exalcalde de Vélez-Málaga fue el encargado de presentar al escritor Antonio Jiménez en su conferencia sobre Juan Breva celebrada en el Ateneo de Málaga. Por su interés, publicamos un extracto
Veleño por los cuatro costados, no se entiende pasear por la plaza de las Carmelitas sin encontrarse con él y detenerte a charlar un rato, ya sea en el Toto o en la Peña. Pero, al mismo tiempo, es atento y conocedor de todo lo que ocurre en el mundo.
Antonio Jiménez sí ha salido de Vélez-Málaga. A lugares variados y en momentos en que la Historia pasaba por esos lugares. Jiménez recorre España y Europa, la del este y la del oeste en plena Guerra Fría, conoce la socialdemocracia nacida tras la Segunda Guerra Mundial y el ‘socialismo real’. Y asiste, comprometido -pues Antonio Jiménez no sabe hacer nada si no es comprometiéndose-, a la Revolución de los Claveles de Portugal en 1974, con el dictador todavía en El Pardo.
Siempre me recordó a aquel periodista norteamericano llamado John Reed, que se marchó a Rusia a vivir en primera persona la revolución bolchevique de 1917, conocedor de que los hechos históricos de esa naturaleza hay que vivirlos en primera persona para poder contarlos.
Ahí está el número especial bilingüe de la revista Litoral sobre la revolución portuguesa, elemento fundamental para conocer aquel acontecimiento histórico que a todos nos marcó al año del golpe de Pinochet en Chile. Aprendimos que no todos los militares eran iguales.
Nada de la cultura le es ajeno. Lee, visita, pero, sobre todo, conoce a la gente que está haciendo cultura, se impregna de ella y les contagia entusiasmo. Porque Antonio Jiménez es una persona entusiasmada con lo que sueña y trata de llevar a cabo, aunque sean tareas titánicas.
De su paso por el marxismo, como tantos otros de aquellos años, le quedó el entusiasmo del Marx más joven, aquel que termina destruyendo el idealismo, resumido en su tesis número 11 sobre Feueberbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Antonio Jiménez es de los que no se quedan en la interpretación, en el debate de la tertulia, sino que se arremanga y se pone a trabajar por transformar el mundo.
El futuro para él no es lo que vendrá, sino lo que nosotros hagamos que venga. Y ese compromiso con la tierra, y ese vivir lo global, le lleva desde la atalaya de Cómpeta, donde creó la ‘Noche del Vino’ en 1973, a lanzarse a vertebrar la Axarquía, porque Vélez-Málaga no es nada sin ese hinterland que es la comarca. Vélez-Málaga debe saber ser capital comarcal, pero, para ello, no puede estar de espaldas al resto de municipios, sino darse a ellos. Los 31 juntos en pie de igualdad. Y, desde ahí, contribuir al desarrollo de la costa en su conjunto.
Después lanza su Manifiesto Comarcalista, y crea el Centro de Estudios de la Axarquía, que fue presentado en este mismo Ateneo, aunque en otras dependencias, un 30 de junio de 1973.
Convierte al periódico El Comarcal en un medio imprescindible en la vertebración, cuando la prensa escrita en papel era algo único e imprescindible, creando opinión y conciencia antes de internet, las redes sociales y, por supuesto, las fake news.
Ese hacer comarca debe ser festivo, pero también reivindicativo. Por ello, crea el Día de la Axarquía con notable éxito. Se celebraba cada año en un municipio.
Hacer comarca. La ‘Casa Grande’ de la que hablaba Antonio Segovia Lobillo, articulada desde abajo, desde la subsidiariedad y proyectada hacia la aldea global. La tensión entre lo local y lo global de Manuel Castells, ya se vivía aquí antes de que el sociólogo catalán teorizara sobre ese asunto.
A Antonio Jiménez le gusta investigar nuestro pasado para darnos a conocer aquellos que vinieron antes y nos entregaron el fruto de su trabajo que nosotros heredamos. También ha investigado sobre Cervantes en Vélez-Málaga, y ahí está su obra sobre El Capitán Cautivo, la novela que se incluye en El Quijote.
Mi ascendencia por parte de madre es de Córdoba, pero por parte de padre es de Málaga y de Vélez-Málaga, de ahí que Salvador Rueda escribiera unos versos a mi bisiabuela. Nosotros vivíamos en calle Bolivia, y siempre sentía curiosidad de niño por dónde conduciría aquel ferrocarril de entonces. Hasta que supe que era hacia Vélez-Málaga, de donde venía la abuela Concepción Alonso Sell, descendiente del cochero Lanza que tenía la diligencia desde Málaga a Granada y hasta los bandoleros le respetaban. Y de Miguel Sell, diputado de aquella comarca que trajo al Rey cuando el terrible terremoto y que fue clave en la visita de Juan Breva a Madrid para actuar ante su majestad.
María Zambrano teorizó mucho sobre el exilio, porque ella misma lo sufrió. Tres categorías de exiliados: los que toda su vida sueñan con volver, como la propia María, que lo consiguió al final de su vida gracias a que su Vélez-Málaga natal la acogió; están los transterrados, que ya no tienen dónde volver y han hecho patria en otro lugar, como José Gaos, y, también, está el exilio interior, gente que se quedaron aquí, pero son de otra época.
Antonio Jiménez supo aglutinar lo más granado de nuestro exilio interior, como Antonio Segovia Lobillo, Martín Galán, la chilena Carmen Jiménez y tantos otros que, tras la larga travesía de la dictadura, empujaban por una España constitucional y libre. Antonio, con su hermano, y Martín con su padre, ambos fusilados en Melilla al inicio del golpe, y otros muchos como ellos que fueron decisivos para que renaciera la democracia en esta tierra, no formal y burocrática, sino participativa y del pueblo.
Otra característica de Antonio Jiménez que a mí siempre me ha interesado, y creo que es fundamental, es que no le importa molestar. Y es que el buenismo, lo políticamente correcto, es sin duda uno de los males de nuestro tiempo. Las cosas hay que decirlas para que nazcan, y si se escriben, mejor, porque la escritura es un grado mucho mayor de compromiso, como decía María Zambrano.
Sin duda, todo avance conlleva una destrucción creativa. Lo exponen magistralmente los investigadores del MIT Acemoglu y Robinson en su libro Por qué fracasan los países y, por supuesto, los que están instalados en su zona de confort, como se dice ahora, se molestan, pero no se fríen huevos sin romper el cascarón. Por eso, si Antonio Jiménez está convencido de que algo es positivo y supone un avance para la convivencia, lo dirá, lo escribirá y, además, tratará de llevarlo a cabo, sin preocuparse por si alguien se molesta.
Fruto de esa investigación y de ese compromiso, tenemos la charla sobre Juan Breva que venimos a escuchar, pero he querido dejar claro que no es algo aislado, una ocurrencia, sino un elemento más dentro del compromiso del autor por conocer mejor Vélez-Málaga y la Axarquía y compartirla, en esta ocasión, con todos nosotros.