viernes, 22 de noviembre de 2024 00:00h.

ESPECTÁCULOS

La Carpa teatro cumple 25 años

La gran aventura llena de pasión por el teatro y los niños, han deslumbrado en Torre del Mar en su 25 aniversario. 

La Carpa Teatro en Torre del Mar
La Carpa Teatro en Torre del Mar

No tienen tiempo para celebrar cumpleaños. Los miembros de La Carpa llevan días de intenso trabajo preparando las actividades de Navidad. La Casa del Teatro -así la llaman todos- es un no pa­rar: pruebas de vestuario, ensayos, úl­­timos retoques a los decorados.

Todo tipo de enseres y utensilios para los pasacalles navideños abundan por cada uno de los rincones de la casa: panderetas gigantes, balones multicolores, zancos, miriñaques, meninas. La Casa del Teatro es un lugar mágico donde, en estos días, se está fabricando con mucho cariño -y a fuego muy lento- la ilusión navideña de miles de niños. De ahí que los doce miembros permanentes de La Carpa -en su mayoría muchachos y muchachas con el venenillo del teatro metido en sus venas- no tengan tiempo de celebrar los veinticinco años de historia de este proyecto.

La Carpa Teatro es algo más que una compañía de teatro infantil y juvenil, o algo más que un lugar donde los más pequeños se zambullen por vez primera en los secretos de la expresión corporal, o algo más que animación y teatro de calle. La Carpa es todo eso y algo más. Un algo más muy rico, muy jugoso, muy especial.

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Este año, Papá Noel se ha portado muy bien con La Carpa: pasacalles y animaciones en todo tipo de actos navideños, desde pasacalles en la inauguración del alumbrado de muchos pueblos y ciudades de Andalucía, hasta la animación en las cabalgatas de Reyes Magos. En concreto, en la noche de reyes, los miembros de La Carpa tendrán que coordinar la animación en siete cabalgatas distintas, repartidas por toda la geografía andaluza. Pero eso no es todo, porque Mario, Pablo, Esther, Lorena, Sheleihg, Jose, Álvaro, Carmen, Paula o Eva -los miembros permanentes de este proyecto- tienen que compaginar todo lo anterior con los talleres de teatro que realizan y dirigen en los distintos colegios de la comarca de la Axarquía: más de novecientos niños, cada curso, se inician en el teatro y en la expresión corporal de la mano de estos expertos monitores que llevan casi toda su vida compartiendo experiencias vitales y teatrales con los más jóvenes. 


La mayoría de estos monitores llevan en la Carpa, precisamente, desde que ellos mismos fueron también alumnos de esos talleres. A Mario, por ejemplo, actor y monitor de La Carpa, de veintiocho años, le picó el gusanillo del teatro cuando tenía cinco y Esther, la veterana de la compañía, comenzó a darle clases de teatro. O Lorena, a punto de ser madre, una de las actrices que lleva envuelta en la magia de La Carpa desde los once años. Representaciones de obras y Festivales para alumnos de colegios en los teatros de la mayoría de pueblos y ciudades de Andalucía -y también del resto de España- son otras de las actividades que, junto con la dirección de la Joven Compañía de Teatro de La Carpa o todo lo relacionado con las actividades didácticas que realizan en la Cueva de Nerja, completan la oferta teatral y cultural de un grupo de personas unidas por la pasión a un trabajo intenso y lleno de emociones. 

Al frente de ese rompecabezas teatral, la persona que se encarga de coordinar y asignar, milimétricamente, todas esas tareas, se encuentra Paco Pavón, el capitán de un barco que desde la cabina de mando reflexiona, medita y analiza concienzudamente sobre cómo sacar el máximo partido al personal de la compañía y a los jóvenes que colaboran con la misma. Un trabajo frío que esconde, desde siempre, el calor de dos vocaciones: la del teatro y los niños. Este maestro inquieto echa la vista atrás y recuerda cómo lo que se inició como un experimento social y de integración en el Hogar Virgen de la Victoria de Torre del Mar, es ya hoy “un proyecto profesional, serio y consolidado”.

Paco recuerda cómo la aparición de Esther, una joven licenciada en psicología y pedagogía, con una clara vocación literaria y dispuesta a trabajar duramente por la educación de lo más jóvenes a través del teatro, le dio al proyecto el impulso definitivo. El tándem Paco-Esther ha sido imparable en este proyecto que cumple sus bodas de plata y cuya filosofía ha sido siempre -cuenta Ester González- “la lucha por la calidad”.

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La Casa del Teatro bulle de actividad: un caos lleno de orden, donde no hay sitio para la especialización: “Aquí todo el mundo tiene que saber hacer de todo”, dice Paula, mientras cose un vestido después de haber conducido varias horas una furgoneta cargada de enseres teatrales. O Paqui, la mujer de Paco, que se pone a soldar después de llevar los complicados papeleos de la oficina. O Mario, que igual vende un espectáculo a un colegio, que diseña un cartel o coordina el mantenimiento de la Casa. O Álvaro, que igual lleva el sonido de un espectáculo, monta el decorado o hace de zancudo en un pasacalles.

Paco Pavón y  Esther González saben que el producto final es lo importante. “Nuestra seña de identidad es la profesionalización y las cosas bien hechas”, dice Esther -dramaturga infantil y juvenil y la encargada de todas la cuestiones artísticas y de vestuario-, quien añade además que “la calidad de las obras, de las animaciones o de los pasacalles y las muchas horas de trabajo que hay detrás es lo que nos diferencia de otras empresas”. “Por eso, la labor creativa, las ideas, el vestuario, la coreografía y el ensayo son los pilares de este proyecto”, concluye Paco Pavón. 

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Se abre el telón: la pasión, la entrega, las sonrisas, el darlo todo sobre la tarima. Es el fin de un largo trayecto en el que hay muchas horas al volante; falta de sueño; el esfuerzo de cargar, descargar, montar y desmontar pesados decorados; las horas de estudio y ensayo. Tres cosas mantienen a estos jóvenes con la ilusión intacta: la energía de su juventud, la pasión por el escenario y el cariño por los niños: “Nada de lo que hacemos tendría sentido sin que, al final del día, pudiéramos subirnos a un escenario y verle las cara de asombro, de alegría y de ilusión a los más pequeños”. 

Esa es la conclusión a la que llegan los miembros de La Carpa, que deberán encontrar, entre representaciones y pasacalles, al menos un hueco para brindar por una larga y exitosa historia.


OBRAS SON AMORES…

La imaginación, el talento y el conocimiento del mundo infantil de Esther, y el buen hacer de La Carpa, se han concretado en obras de teatro que ya forman parte del tesoro sentimental de miles de niños de toda España. Desde La Piratesa María Teresa en la Isla de Japatú, una divertidísima obra en la que, entre pillerías de piratas, se habla de la amistad con mayúsculas, hasta Mariposas en la Barriga, otra imaginativa obra que trata sobre lo ocupados y lo solos que están los niños de hoy, pasando por Qué pinto yo… o La cocina de las palabras, las obras de La Carpa Teatro se han convertido, para el gran público, en sinónimo de calidad y profesionalidad.

 


Esther González

Si Paco Pavón es la cabeza organizativa de La Carpa, de Esther González podríamos decir que es el alma creativa y artística de la compañía. Ha sido durante estos 25 años su cara visible. Charlar con Esther supone salir salpicado de sensibilidad por todo el cuerpo. La directora creativa y artística del grupo, - aunque a ella no le gusten las etiquetas: “Me siento un miembro”, dice- es una niña grande -o una gran niña, según se mire-; de hecho dice que siente “un placer especial escribiendo para niños. Creo que tengo poder con los niños. Lo sé. Porque los entiendo. Siento que tengo alma de niña. Me gusta la ingenuidad de los niños y yo soy así, quiero ser así”. Quizá por eso, Esther dejó su deseo de opositar para profesora y acabó usando la psicología y la pedagogía “para educar de otra manera. No desde un pupitre, sino desde lo lúdico, de forma cooperativa”, asegura. Y de ese deseo surgió la gran aventura de La Carpa que “para mí, hoy en día, es todo.

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El teatro es una apertura a las buenas sensaciones, a la alegría, al camino de la felicidad”, confiesa con su particular dulzura al hablar, pero sin escatimar un gramo de pasión. Una pasión que la ha llevado a ser la dramaturga de La Carpa, la persona que escribe las obras de teatro que representan y la encargada de diseñar y coordinar todos los aspectos artísticos y de vestuario de la misma. Y, a pesar del esfuerzo y de las muchas horas de dedicación que requiere su puesto, “para mí, La Carpa no es un trabajo: es una forma de vivir”, subraya. Para Esther, como para la mayoría de los componentes de la compañía, todo el esfuerzo que realizan vale el sacrificio porque los beneficios que obtienen son muy superiores: “La Carpa hace que nos relacionemos con el mundo, que incluso podamos transformarlo”, sentencia Esther, quien recuerda cómo en los años duros y tristes de la crisis “la energía del teatro hacía que quisiéramos que la gente no se rindiera a la tristeza. Cuando nos subíamos a la furgoneta para ir a cualquier actuación, decía en voz alta: vamos a conquistar el mundo, hoy tenemos la obligación de ser felices”.

Para Esther, La Carpa es todo su mundo, el lugar, confortable y seguro, en el que puede seguir siendo una niña y hablarles a los niños en su propio lenguaje, por eso concluye que “en La Carpa hemos inventado un ecosistema donde estamos protegidos de la dureza del mundo real”. El alma cándida, infantil y sensible de Esther ha encontrado su sitio en el mundo. Y se llama La Carpa. Mientras tanto, la directora artística sigue imaginando mundos sutiles, como pompas de jabón…