viernes, 22 de noviembre de 2024 00:00h.

Emilia García: "La poesía me permite establecer un diálogo con el medio y con mi propia naturaleza"

Entrevista a la autora del poemario 'Formas de mirar al mar'

PREGUNTA.- Le conocemos por sus artículos en el periódico NOTICIAS 24. Pero usted es poeta. ¿Cómo vive y siente usted la poesía?

RESPUESTA.- La poesía, para mí, es una forma de comunicar lo que la in­tuición y el conocimiento me dictan; una manera de expresar a través de los sentimientos ‘la cruda realidad’. La poesía me permite establecer un diálogo con el medio y el momento en el que vivo, y con mi propia naturaleza. Todo cuanto existe, comunica. La vida habla. Ya lo decía Rosalía de Castro: “Yo trato de poner en palabras eso que escucho”.

P.-  En su poemario anterior, Calles de la memoria, nos habló de su infancia, de su pueblo natal, Vélez-Málaga. ¿Qué significó para usted ese reencuentro?

R.- Más que un reencuentro con Vé­lez-Málaga, (yo nunca me he sentido lejos), fue un viaje de ida y vuelta a una infancia y adolescencia que me asaltaban a preguntas que dolían. Cuando lo escribí, me di cuenta de que seguían doliéndome, aunque  para muchas de esas preguntas ya encontrase respuesta. Es un homenaje a esas calles en las que crecí y en las que comencé a sospechar lo que es la vida.

P.- Ahora nos sorprende con  Formas de mirar al mar (Ed. Libros de la Axarquía), un nuevo poemario, donde usted dialoga con la mar. Surge un intercambio de miradas y, diría incluso, hasta complicidad. Hábleme de esa complicidad.

R.- El mar es la cuna y es la madre de la vida. Cuando me siento a contemplarlo o paseo por su orilla, lo hago desde el amor y el respeto que la vida me merece. Igual que Louis Armstrong, sólo puedo decir: ¡Qué mundo tan maravilloso!, y como dice Serrat, en esa inigualable canción al Mediterráneo con la que me identifico plenamente, “llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya”. ¡Cómo no va a haber complicidad!

P.- En ese ‘mar amante’, nos dice usted: “Miro al mar... Ese azul que ayer me bastaba, para sentir que el mundo era lugar bueno, hoy me lastima”. ¿Por qué le duele el mar?

R.- Ayer me bastaba la belleza, creía que la belleza podría sacar lo bueno que el ser humano tiene. En estos momentos, no estoy tan segura. Porque la codicia corrompe al hombre; la belleza y la bondad les traen sin cuidado. Para sentir la belleza y lo vivo, hay que reflexionar, y pensar qué estamos haciendo mal. Y cuando digo que me duele el mar, porque veo en qué están convirtiendo todo lo que es vivo y bello: en un vertedero, y en un cementerio.

P.- Hábleme también de ese ‘mar adentro’ que huele a sal y algas, y a naufragio. De su problemática humana y social.

R.- Oímos y vemos noticias de naufragios. De personas que tratan de llegar a esta orilla y no lo consiguen. Que emigran huyendo de guerras y miserias.  Sólo buscan algo tan elemental como es la vida, sin embargo, muchos mueren en brazos de las olas o los arrojan a ellas. Y se levantan fronteras. Es la vergüenza de nuestro siglo. Si lo trato en mi poesía es porque quiero ponerle alma, corazón, humanidad. Si fuésemos capaces de vernos reflejados en el otro, quizás seamos capaces de frenar esta barbarie.

P. Hábleme de ese “otro urbano naufragio del amor, hundiéndose en lentas soledades”.     

R.- Hay que ir tierra adentro, hacia ese ‘mar de las ciudades’. Si hablo del naufragio del amor, es porque el egoísmo se ha instalado en la médula de nuestra sociedad. Sí, el amor se hunde en lentas soledades, y son  la codicia y la voracidad quienes lo empujan y sumergen.

P.-  ¿Qué le diría usted a los lectores para que se acerquen a la poesía?

R.- Pues que a la poesía hay que ir con gusto. Leerla despacito, como si buscaras allí algo escondido. Siempre se encuentra.