Opiniones

En el filo de la navaja

Columna de Antonio Jiménez

Tranquilo Juanito, que no voy a preguntar innecesariamente por la marcha de ‘los magnolios’. Me consta que el carmelitano asunto está en buenas manos. 

Pasadas las elecciones, lo que me pide el cuerpo es echar una ojeada sobre el hiperfragmentado panorama partidario de la crispada España actual. Y es que, en la desenfrenada deriva hacia la partitocracia y el populismo, no muy alejada de las ideas de oligarquía y demagogia de las que ya nos advertía Aristóteles, se nos han juntado el hambre con las ganas de comer: una pléyade de partidos políticos ensimismados en sus caprichosas veleidades, cada vez más alejados de los intereses nacionales, en una España que se resquebraja a pasos agigantados, y por doquier. 

Todo, ante nuestras impertérritas na­rices. Ciertamente, la proliferación de partidos populistas en los extremos del arco parlamentario es una amenaza. Punto, en el que cabría preguntarse: ¿Por qué tanta ‘consideración’ con los partidos empeñados en reventar Es­pa­ña, y con aquellos enemigos de la civilización europea, y, por contra, tanta in­sidia con la extrema derecha constitucionalista? Claro que todo esto es una plaga que recorre Europa...

Lo más grave, hoy, es el músculo (“¡Volveremos a hacerlo!”) que tan supremacistamente exhibe el galopante separatismo. Verdad que el asunto ya traía cola histórica, pero bastaría el último año para comprobar que lo de la se­dición va en serio: ante la consolidación de los nacionalismos vasco y catalán, y si Dios no lo remedia, empiezan a vislumbrase con nitidez las intenciones expansionistas de ambos en la cocción estratégica de la anexión de Navarra a la causa de Euskalerría y la de los paisos catalans al pancatalanismo... ¿Con la bendición de Pedro?