Escuálida oferta
Columna de Antonio Jiménez
Hacía tiempo que no callejeaba por Torre del Mar. Temprano, un jueves, había ido al mercadillo con el objeto de comprarme un sombrero tipo ‘pescador’, que durante años perseguía infructuosamente. Por mi amigo Bienvenido, el de la ya desaparecida relojería de las Carmelitas, que lo usaba, conseguí las claves para buscarlo. Hasta el nombre de la marca, ‘Miralles’.
Pronto lo encontré y pronto, por tanto, pude dejarme llevar por las calles torreñas. Que me sorprendieron gratamente al observar que algunas de ellas alcanzaban esa estética prototípica del turismo de las ciudades y pueblos costeros más pujantes del Mediterráneo. Lo que me hizo reflexionar sobre el sensato uso que se había hecho del presupuesto veleño en la que es hoy, sin duda (pasada la fiebre separatista), la ‘prenda dorada’ del municipio. Por lo que, a pie de obra, pude barruntar que el problema no estaba en lo ‘mucho’ (en el decir del veleñismo irredento) invertido en Torre, sino en cómo gastar ‘bien’ en el centro de la ciudad.
La comparación era inevitable: lo estupendo de Torre, con la más que dudosa idoneidad de la costosa obra de peatonalización del centro, que, ¡vaya casualidad!, abría la campaña electoral. Y es que, al margen de la ‘batalla de los magnolios’ (que al parecer, felizmente, no se arrancarán), toda ella se me antoja un obrón... pero ‘a lo tío Diego’. Quiero decir: si todas las plazas del mundo previenen sus accesos hasta su particular ‘kilómetro 0’, nuestros listos de turno lo han procurado al revés. En vez de atraer personas y vehículos, los invitamos a que pasen de largo, o a distancia. Oiga, escuche: ¡Ni una parada de llegada en las Carmelitas!
Todo, en fin, a tenor de la escuálida oferta del centro de la capital comarcal...