Atacar el turismo

Hace algunos años, había una pintada en una pared de Almuñécar que ya avisaba de los que vendría después: “Desde que los pobres hacen turismo, no se puede ir a ninguna parte”. El tufo clasista estaba implícito en la frase, pero también alertaba de que el turismo de masas no satisface a según qué especímenes humanos que piensan que el turismo bueno es el que hacen ellos, o bien que los de menos poder adquisitivo no tienen derecho a disfrutar de unos días de descanso o de empaparse de las virtudes culturales de los municipios visitados.

Hay que valorar dos factores fundamentales: por un lado, España -no digamos Andalucía- nunca ha tenido un gobierno que apostara decididamente por el I+D que permitiera la creación de otras vías productivas que crearan empleo y riqueza. Por otra parte, el turismo de masas es tan legítimo como cualquier otro, aparte de ser la primera fuente de riqueza, y aclaramos, ya de paso, que ser camarero es tan digno o más como ser un diputado cargado de críticas, pero sin soluciones que aportar. Que Cataluña ande suicidándose a pasos agigantados, es su problema, pero no el nuestro, pues, ante la falta de inversiones reales -ni siquiera las administraciones son capaces de proporcionar agua para la creciente industria del subtropical- debemos seguir poniendo “una sonrisa al turismo”.