El drama del tranvía
El primer tranvía moderno de Andalucía tenía escrito su destino desde que se trazó un recorrido que lo sacaba de la ciudad. Era, desde su inicio, inviable.
Hace bien Lupiáñez en plantear una decisión contundente con respecto a lo que comenzó siendo un símbolo del futuro, y ha terminado convertido en un problema que nadie, hasta ahora, ha sabido cómo solucionar.
El tranvía había quedado aparcado de los asuntos cotidianos de los sucesivos gobiernos municipales. De vez en cuando, alguien mandaba hacer un estudio de viabilidad, de restauración de la infraestructura, de conexión con el metro de Málaga o con el nunca creado tren litoral, y cosas similares, pero, en definitiva, nadie -de los que tenían interés real- fue capaz de volver a ponerlo en marcha satisfaciendo las necesidades de la población como un auténtico transporte público.
Su cierre significó, además, un aviso para unos ciudadanos que vieron cómo la clase política era incapaz de solucionar un problema que ella misma había inventado, como ocurre al poner un polígono industrial al norte y otro al sur, y con otros problemas tan recurrentes hoy en día.