Problemas reales
El siglo XX, y por tanto el milenio, acabó con un creciente optimismo entre la población mundial porque, por fin, había quedado atrás tan terrible era y se abría un mundo nuevo basado en la tecnología y en los avances sociales, que habían aumentado la esperanza de vida y el bienestar hasta niveles nunca vistos.
Sin embargo, el siglo XXI, y el nuevo milenio no pudo empezar de peor manera: con la cadena de atentados a gran escala que sumió en la duda, el desconcierto y el miedo a la población. Desde entonces -aparte la incuestionable baja calidad gestora de numerosos gobernantes en todos los niveles administrativos-, el mundo no ha hecho más que empeorar sustancialmente: la crisis económica de 2008, la pandemia de covid-19, la inflación desbocada, el alza insoportable de los precios de bienes de primera necesidad, el doloroso aumento de la pobreza -sea energética o económica- y, finalmente, la invasión rusa de Ucrania, que bordea peligrosamente un estallido mundial con potencias nucleares de por medio...
Quizás no sean más que advertencias para que los que mandan se dejen de problemas inventados y afronten los reales de una vez.