Ruido
España no va a ser nunca una democracia ‘tranquila’ y asentada, a la manera de otras de nuestro entorno europeo. Y no lo va a ser -al menos, eso creemos- porque siempre hay un ruido ensordecedor proveniente del ámbito político que nos aleja de los problemas reales de los ciudadanos. Así, estamos imbuidos de una especie de maleficio que les impide a los gestores públicos encarar con valentía y determinación los problemas que, año tras año, reflejan las encuestas como más preocupantes para los ciudadanos.
Con la inmensa cantidad de asuntos de primer orden que requieren una solución inmediata o, al menos, planificada -empleo, turismo, pandemia, crisis económica...-, vemos pasar los días bajo una tormenta de debates absurdos, ayudas que no llegan, rectificaciones, mentiras, promesas incumplidas, nuevas leyes, etc., y, por si no fuese bastante presión la que soporta el ciudadano, vemos cómo en vez de aligerar la carga del Estado desprendiéndose de algunos elementos caros y bochornosos, las propuestas para cumplir con las condiciones del rescate económico con la UE pasan por subir impuestos y cobrar, incluso, por usar las autovías que ya se han pagado con los impuestos...