Bajo las ruedas

Recuerdo un hecho de la que fui testigo una mañana. Entraba yo a una de las tiendas de Calle Nueva, era temprano, siempre me ha gustado salir de compras a primera hora, cuando las correderas hace poco que están levantadas y se puede caminar y comprar tranquilamente.

Pues bien, entré en esa tienda, vacía a esa hora, y allí, en el suelo, sentada y abrazada a sus rodillas, una de las dependientas, una joven preciosa, como lo son todas a su edad, estaba hecha un mar de lágrimas, pero un mar embravecido, convulsionada por un llanto que era al mismo tiempo dolor y pánico. La estaba consolando una compañera, intentaba levantarla, pero no había fuerza humana posible.  

Más tarde, ya en la calle, me preguntaba qué tipo de problemas puede tener una chica tan joven como para provocarle un cuadro tan acusado de ansiedad y pánico. Entonces recordé. Recordé  una noche de hacía mucho tiempo, cuando sentí que el peso del mundo se me venía encima. Y es que existen impactos, aplastamientos del alma, zarpazos que te hieren tanto que ya no sabes si estás entre los vivos.

Lo expresa como nadie Cesar Vallejo en  su poema Los heraldos negros: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!/ Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma… ¡Yo no sé! / Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras / en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. / Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; / o los heraldos negros que nos manda la Muerte”.

Son pocos, no hacen falta muchos; porque, ante esos golpes, sólo se sobrevive si tienes ayuda. 

Ahora que, por fin, se habla sin tapujos del suicidio y de la salud mental, ahora que han entrado en nuestro vocabulario cotidiano conceptos como depresión, fobias, ansiedad, crisis de pánico y un largo etcétera; ahora que de mano de la estadística se puede hacer balance de cuántos sucumben al dolor y deciden sin más dejar este mundo de rosas; habría que pensar qué está pasando en nuestra preciada sociedad del bienestar para que tantos sientan un malestar tan profundo. 

Según la Fundación Española para la Prevención del Suicidio en los datos publicados como definitivos a finales de 2023  y referentes a 2022, 4.227 personas se quitaron la vida en ese periodo de tiempo, llamando la atención sobre el incremento de suicidios entre la población juvenil.

Creo que, cuando menos, los datos dan para reflexionar sobre esto que llamamos sociedad y qué tan lejos queda de lo que es la comunidad. Vivimos en una sociedad de desarraigo, donde ya nadie sabe quién es quién; pero donde se ejerce una presión sin medida para que todos deseen ser triunfadores, el número uno, el más popular, el más visible. 

-Tú puedes -apremian mil ecos de vocecitas anónimas.

Pero si estás en paro, si tu pareja se rompe,  si no llegas a fin de mes, si eres invisible socialmente… entonces las vocecitas dicen que la culpa es tuya. Y así, aislado por completo, creyendo que en tus manos está la solución, que tú eres el único responsable de lo que te ocurre, ¿quién no se deprime, siente angustia o crisis de pánico? 

Bajo las ruedas es la primera novela de Hermann Hesse. Narra la historia de Hans, un chico al que le roban la niñez. Con aptitudes para el estudio, es alentado a preparar su ingreso al seminario. El chico lo consigue tras mucha dedicación y esfuerzo, pero lejos de poder disfrutar de un descanso merecido antes de empezar de nuevo las clases, la presión a su alrededor se acrecienta. Las personalidades de las principales instituciones del pueblo donde reside van cercándolo con obligaciones escolares hasta que el chico no puede gozar de un segundo de tiempo libre. Naturalmente, esa presión tendrá sus consecuencias.

Pues algo parecido pasa en la actualidad, sólo que ahora a quienes ejercen esa presión no les vemos las caras. Son invisibles y sutiles, pero hacen su trabajo a la perfección.

Vivimos en un mundo más comunicado que nunca y, sin embargo, cuánta soledad bajo las ruedas.