Galdós y 'Misericordia'

Columna de Emilia García

Hace poco escuchaba la radio como todas las mañanas, café en mano, cuando me paré en seco. Estaban dando la noticia de la agresión que había sufrido un indigente, un pobre de los que pasan el día acarreando sus bolsas con sus pocas pertenencias y que duermen al raso, caiga lo que caiga; que en esta época del año ya sabemos lo que es. Mucho frío. Fue en los jardines Picasso de la capital malagueña. El pobre hombre murió al poco de ser ingresado en el hospital. Le habían machacado eso que al final es lo que nos queda cuando nada tenemos y donde, dicen, habitan sueños y esperanzas: la cabeza.

Fue también por esas fechas que vi la película Bajo las estrellas de París. En ella, la pobreza y la inmigración  se nos muestra como esa otra realidad en sombras que esconden  las grandes ciudades del mundo. Ciudades modernas, bellas y en apariencia prósperas, que guardan lugares oscuros donde los destellos no llegan. Allí están los invisibles, los que, al parecer, no merecen un capítulo de atención en ninguna de las agendas. Ningún estudio serio; ninguna reflexión; ninguna acción de la Administración que sea realmente comprometida.

Pero no es necesario citar las  grandes metrópolis para constatar algo que está presente en nuestra sociedad y en nuestro día a día: la pobreza severa. 

En Málaga, los Ángeles de la Noche saben mucho de eso. También lo saben las personas solidarias que se acercan a esos lugares oscuros a  llevar comida, mantas, un poco de calor humano y un mucho de altruismo para iluminar y calentar mínimamente las noches de los que allí pernoctan.

En un sistema donde la riqueza se concentra en pocas manos, habrá necesariamente una masa de población cada vez más desfavorecida; y dentro de esa masa, los últimos de la fila van a ser siempre los invisibles.

Si hay una figura en el universo literario que ha sabido contarnos de la dignidad y la pobreza, esa figura para mí es la de don Benito Pérez Galdós. Una de sus novelas que más me ha conmovido siempre es Misericordia. En ella, Benina, criada y mendiga a la vez, hace malabarismos para abastecer el día a día de su patrona e hijos, por los que siente tal cariño como si de su propia familia se tratara. Siempre de acá para allá, parece estar en mil sitios a la vez para dar lo poco que consigue con la limosna diaria. La actitud de Benina no es de servidumbre sino de amor y solidaridad.

Nina es la heroína de la novela. Lo mismo que hoy por hoy, en nuestra historia diaria, tenemos héroes y heroínas que tratan de paliar con su esfuerzo y compromiso la miseria de otras vidas.
Luego están los otros, los que atacan y dan muerte a personas que no tienen más que el suelo  y el cielo raso para pasar las noches.

Y en medio, la ciudad, sus fiestas y sus luces.