De Zambrano a Grandes
En el acto homenaje que el Ateneo de Madrid tributó a Almudena Grandes el pasado 28 de noviembre, Luis García Montero hizo referencia a la especial ilusión que sentía de poder viajar desde la estación Málaga-María Zambrano, a Madrid Puerta de Atocha-Almudena Grandes.
Pocas palabras que contienen todo un discurso, porque María y Almudena están unidas por fuertes vínculos atemporales.
María Zambrano fue una mujer excepcional como filósofa, y como persona comprometida con su tiempo histórico. Colaboró, hasta el límite de sus fuerzas, en la lucha contra la dictadura de Primo de Rivera, en el advenimiento de la II República, con el Frente Popular que ganaría las elecciones de febrero de 1936, y en la defensa del mismo durante la guerra de España. Y lo hizo a través de artículos, participando en mítines, colaborando en las Misiones Pedagógicas o como consejera nacional de la Infancia Evacuada. En su casa de Madrid se reunían los redactores y colaboradores de las revistas más progresistas de su tiempo: Bergamín, Maruja Mallo, Rosa Chacel, Emilio Prados, Alberti o Miguel Hernández, valgan como ejemplo.
María salió de España junto a su hermana Araceli, su madre y dos de sus primos aún niños. Del brazo del poeta Antonio Machado llegó hasta la misma línea de la frontera. Y ya en París, gracias a Octavio Paz, pudo viajar hasta México. De no ser así, quizás jamás hubiésemos conocido su legado. Quizás su voz hubiese sido apagada, como lo fue la de muchos. Esas voces tan necesarias para Zambrano, las voces de los muertos prematura y violentamente, los silenciados por la barbarie, y que con tanto amor supo recuperar, para que no cayeran en el olvido, la escritora Almudena Grandes.
Decía Pedro Almodóvar en el citado homenaje, que Almudena Grandes había hecho por la memoria más que ningún gobierno de España. Y es cierto.
Almudena comenzó sus Episodios de una guerra interminable para novelar un periodo de nuestra historia que sólo había sido contado por los vencedores. Había que darles la voz a los otros, los que perdieron el derecho a hacerse oír, los exiliados, los muertos y desaparecidos y también a los que continuaron combatiendo la dictadura franquista en la clandestinidad y en las cárceles. El nombre genérico de estas novelas, lo tomó como homenaje a un escritor que ella admiraba, Benito Pérez Galdós, quien con sus Episodios Nacionales hizo viva la historia de su tiempo.
También María Zambrano nos dice que cuando comenzó a leer a Galdós “se dio cuenta de que leía a España por dentro”.
Hace pocos días hemos celebrado dos fechas históricas: El 4 de diciembre de 1977, el pueblo andaluz en masa salió a la calle exigiendo su autonomía; el 6 de diciembre de 1978, el pueblo español refrendó nuestra actual Constitución. Dos episodios que esperan ser novelados como lo hacía Almudena, porque la historia no la hacen los personajes, sino las personas que la habitan.
Almudena y Zambrano, dos españolas que amaban y sabían del valor y el poder de las palabras, ahora también enlazadas por una vía ferroviaria. Siempre me han gustado los trenes. Desde este momento, el viaje Málaga-Madrid también será especialmente emotivo para mí. Iré del brazo de dos mujeres extraordinarias.