El Domingo de Ramos más desgraciado

Vélez-Málaga está vinculada al Domingo de Ramos más desgraciado de la Historia de España. Fue la del año 1886. Y es que un sacerdote veleño, llamado Cayetano Galeote Cotilla, mata a su obispo, en Madrid, a las puertas de la catedral, en los inicios de la procesión de las palmas y olivas. Un crimen inesperado, de tremenda repercusión mediática y con consecuencias políticas, judiciales, médicas...

Pero, vayamos por partes. Noticia de primer orden. Es la primavera de 1886. España se conmociona ante la extraña noticia que llega de la capital del reino. Un sacerdote andaluz,  natural de Vélez-Málaga, ha matado a tiros al obispo de la diócesis de Madrid-Alcalá.

Un hecho producido en las puertas mismas de la catedral, ante los ojos atónitos de miles de personas que se habían congregado para iniciar la celebración del Domingo de Ramos. La estupefacción general no es para menos. Un clérigo mata a su obispo, a plena luz, en un día sagrado para la cristiandad, cuando está rodeado de la cruz alzada, las palmas levantadas, y de un cortejo de clérigos y laicos que le espera, en actitud solemne, para honrarle a su entrada en el templo. Eran las 10 de la mañana del domingo 18 de abril de 1886.

La prensa de toda España narra al día siguiente los hechos con todo tipo de detalles. El señor obispo de Madrid y Alcalá, don Narciso Martínez e Izquierdo había recibido tres tiros a las puertas de San Isidro por un sacerdote alto, enjuto de carnes, que desde las ocho de la mañana se paseaba por la acera derecha de la calle de Toledo, inmediata a la catedral... Llegado el coche del prelado al punto donde le esperaban las autoridades y los fieles,  el agresor se adelantó, y, ante la sorpresa de todos, le hirió por tres veces... Los pajes del obispo, los sacerdotes que le aguardaban, todos cuantos estaban allí, estupefactos, comenzaron a pedir auxilio A...y las masas, que no había presenciado la escena por no hallarse en primera fila, creyeron que se trataba de un petardo... El  obispo que, herido y todo, anduvo algunos pasos para entrar en la iglesia, cayó al fin al suelo, bañado de sangre.  

Mientras el doctor Greux atendía al herido, que sobrevivió varias horas, el público quiso apresar al sacerdote agresor, pero unos paisanos, y una pareja de municipales, le metieron en un coche y le llevaron a la prevención de calle Juanelo, evitando un nuevo incidente.

La función de la Palmas se suspendió. Pron­to llegaron el gobernador, el nuncio de Su Santidad y los ministros de la Corona, así co­mo varios representantes de gobiernos ex­tran­jeros, que fueron inscribiendo sus nom­bres en la lista que, acompañando al parte facultativo, se puso en el atrio de la catedral...

A las 4 de la tarde el cura Galeote, trasladado a la celda de pago número 14 de la cárcel-modelo, hacía su primera declaración en presencia del juez Sr. Pinazo, de los fiscales del Tribunal Supremo y de la Audiencia, así como del escribano Sr. Pérez Reina. Pidió para declarar un traje de pai­sa­no. Cayetano Galeote había nacido en Vélez-Málaga en 1841, había vivido un tiempo en América, había sido más tarde capellán en el Peñón de la Gomera, y, últimamente, en Madrid...

El día 25 del mismo mes de abril, el pe­riódico malagueño La Unión Mercantil, informaba textualmente en la página 2: “...El sumario se instruye con toda rapidez. Se tiene el propósito, según he oído esta tarde, de que antes de veinte días se le ejecute, y dicho acto se verificará en la misma cárcel...”.

Un periodista de La Época, que fue autorizado para hacerle una entrevista al reo, nos lo define de la siguiente manera: “...Su aspecto es vulgar, y sus palabras incorrectas no denuncian a un hombre de instrucción sólida, ni a un carácter entero. Dijérase que la naturaleza puso en Galeote la ignorancia limada por el estudio, y la estultez cubierta con el manto talar. Su aspecto revelaba que ni tiene conciencia de su delito, ni ha pensado en su porvenir, ni ha reflexionado sobre el presente. Tiene de la moralidad y de la dignidad humanas ideas tan confusas que pone todo su empeño en demostrar que cualquiera, al verse ofendido como él, habría obrado de igual suerte...”.

En principio se fija el día 10 de julio para el comienzo de la vista, pero, más tarde, el juicio se retrasa celebrándose, finalmente, durante el mes de octubre. Seguido por la totalidad de la prensa española, y alguna que otra extranjera, nos revelan la imagen de un sacerdote corto de inteligencia, algo sordo, emocionalmente inestable y de fácil irritabilidad...

Galeote fue condenado a muerte, y su recurso ante el Tribunal Supremo desestimado. No obstante, la sentencia no se llegó a ejecutar y murió años después en un manicomio de Leganés. Es fácil suponer que la Iglesia no permaneció impasible ante el acontecimiento y que, con toda seguridad, ‘jugó sus cartas’, intentando salvar su imagen institucional del mejor modo posible.
Del proceso de Galeote, plagado de anécdotas, entresacamos, por significativas, unas líneas del informe leído en la causa, que efectúa el médico Sr. Escuder, el cual había visitado al respecto Vélez-Málaga: 

“...Se trata de un cuadro genealógico com­puesto de 163 individuos, comprendidos en cinco generaciones. Hoy viven cuatro, y de los 67 individuos estudiados, todos están complicados con enfermedades degene­ra­ti­vas, imperando las de apoplegía, tuber­cu­losis, hemorragias, epilépticos, histéricos, congestivitis, y, además, en dicha familia existe otro signo característico, el de la fecundidad. Raro es el matrimonio que no tiene de 18 a 20 hijos. Lo mismo en la rama de los Galeotes, que en la de los Cotillas, hay verdaderos monstruos e incurables. Hay algunos casos muy significativos, entre los que destaca, por más gráfico, un individuo que en el pueblo se le tenía por hombre hasta que cayó soldado, y se supo entonces era mujer...”