Ermita del cementerio

Artículo de Francisco Montoro

La ermita de Nuestra Señora de la Cabeza de Vélez-Málaga, ubicada en las afueras de la ciudad, al oeste, y distante medio kilómetro del barrio de Barcelona, se encuentra junto al cementerio municipal veleño. Son muy pocos los datos que se tienen sobre los orígenes de la misma, y, a tenor de los restos primitivos que aún se pueden observar, cabe pensar que debió ser construida durante el siglo XVII.

Lisardo Guede, en su libro Ermitas de Málaga. Compendio Histórico (Málaga, 1987), afirma que la ermita en cuestión es del siglo XVII, pero no fundamenta en nada su afirmación, al igual que ocurre con el famoso Diccionario... de don Pascual Madoz.
Rosario Camacho, en su Málaga Barroca, mantiene la tesis de que la distribución de esta ermita recuerda a la de los Remedios, si bien la de la Cabeza parece algo posterior, por lo que habría que situar su construcción en la segunda mitad del siglo XVII.

Las primeras noticias administrativas que conocemos de la ermita corresponden, de un lado, a un acta capitular del archivo de la Catedral de Málaga (libro 42, folio 61 vuelto) de 12 de octubre de 1720, en la que se cita esta ermita concediendo permiso para celebrar misas en ella; y, de otro, a un inventario de bienes realizado en 1739, y que se conserva en el Archivo Histórico Nacional (Sección Clero, legajo 4.876) en el que se citan tierras contiguas a la Ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, y, más tarde, en el año de 1799, algunas noticias sueltas nos hablan de que sus rentas eran de 131 maravedís.

En el año de 1805, tras la terrible epidemia de fiebre amarilla que arrasó a la mitad de la población de la ciudad, a la parte sur, se construyó el cementerio público, en lugar donde ya, de un modo indiscriminado, se venían practicando enterramientos. 

En 1865 el maestro e historiador local don Agustín Moreno afirmaba que la ermita se encontraba en estado ruinoso, así como que existía, por aquellos años, un proyecto de reforma de la misma. Precisamente, en el año de 1867 se llevó a cabo la restauración, la cual produjo una gran transformación en la imagen de la ermita, dándole un aire neoclásico, enyesando sus paredes de ladrillo, y ocultando mediante bóvedas de medio cañón el primitivo artesonado de madera.

La distribución de la ermita es muy simple, con un pórtico de acceso colocado a los pies y un camarín en  rocalla en el presbiterio. Posee una sola nave de 25 metros de longitud por 6 de anchura. La nave se ve cubierta por una bóveda de medio cañón con fajones, sobre pilastras que sostienen un entablamento sencillo en el que solamente sobresale la línea de la cornisa. En el muro de la epístola aparece una hornacina rodeada de abultados acantos y que, según Rosario Camacho, enlaza con la típica decoración ma­­lagueña de los comienzos del siglo XVIII. El presbiterio posee una bóveda de media naranja sobre pechinas y la capilla mayor se cubre con bóveda de medio cañón al modo de continuación de la nave.

El exterior aparece muy monumental porque a los pies se adosa un atrio rectangular, con tres arcos de medio punto sobre la línea de imposta, bajo el que se abren tres puertas también con arcos de medio punto; las laterales dan paso a dos dependencias que no tienen comunicación con el templo, y la central que es la entrada a la iglesia. La fachada, que ya de por sí sobresale de las dimensiones de la nave, queda ampliada, aún más, por las puertas del cementerio. Remata el frontal una espadaña o campanario donde se observan bajo la cal los ladrillos utilizados para su construcción. En las rejas de hierro que, a ambos lados de la ermita dan paso al cementerio, aparece la fecha de 1867.

En la actualidad se han llevado a cabo importantes obras de restauración, cuyo costo en nada recuerdan a las 200 pesetas que el consistorio dio en 1939 para la reconstrucción del santuario.

A pesar de hallarse en lugar muy visitado por los veleños, con motivo de los fallecimientos, la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza es poco conocida por la mayoría de los de la capital de la Axarquía.