José Méndez Hoyos
Hace 25 años que murió don José Méndez Hoyos, nuestro Pepe Méndez. Resulta muy difícil para nosotros describir los innumerables sentimientos que nos afloran ante su pérdida.
José Méndez Hoyos ha sido nuestro amigo, nuestro maestro, nuestro compañero, nuestro confesor, nuestro paño de lágrimas...
Nació en Vélez-Málaga el 21 de marzo de 1923, día en que comienza la primavera. Y es probable, si hacemos caso a los amantes de la cabalística, que este hecho, el haber visto la primera luz en una tarde de equinoccio, haya tenido mucho que ver con su personalidad centrada, moderada y conciliadora. Tanto en su vida familiar, como profesional, política e intelectual, nunca perdió las buenas formas y cuando, escribiendo y disertando, durante tantos años, en todos los ambientes y actos del más variado origen y motivo, siempre fue cuidadoso y atinado, sin alejarse jamás del buen gusto, como un verdadero caballero de la palabra.
Estudió sus primeras letras en el veleñísimo Real Convento de Santiago, en las escuelas de los padres franciscanos, y contando 12 años ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de Vélez-Málaga. Cuando al poco desaparece el Instituto y estalla la Guerra Civil, tiene que abandonar los estudios, pero nunca su grandísima afición a la lectura, que le va a acompañar el resto de su vida.
Establecido en el comercio, nunca pierde contacto con el escaso movimiento literario de la ciudad, y en los años cuarenta intenta crear una asociación literaria con otros amantes de las letras como Ventura Cuenca, Miguel Bergillos, Antonio Jiménez ( luego ‘Pedro de Vélez’), Francisco Cazorla... Pero, a pesar del apoyo que reciben del maestro y luego alcalde veleño, don Eloy Téllez, la asociación no cuaja.
Cultiva la amistad con el poeta Amadeo Téllez, de quien recibe mucha información sobre la ciudad, ideas para escribir y ánimo para continuar con su afición, y cuando, a mediados de los años cincuenta, se pone en marcha aquella mágica aventura radiofónica ‘La Voz de la Parroquia’, Pepe Méndez se convierte en uno de sus más fuertes pilares colaboradores.
Escritos constantes en toda publicación veleña, inicialmente en los periódicos Vélez y Fortaleza, Méndez Hoyos se convierte en firma obligada de los programas de feria, periódicos locales, publicaciones varias y en la prensa provincial, donde, como corresponsal del diario Sur, mantiene encendida la llama informativa durante muchos años, siendo testigo fiel del acontecer de la ciudad. Su publicación Carta de Vélez superó el número de 400 subscritores de veleños residentes en otras tierras.
Considerado el decano de la prensa veleña tuvo siempre el afecto de todos los que se han dedicado a la información por estas tierras, y fue considerado cronista oficial de la villa en un razonable reconocimiento por parte de los veleños.
Estuvo presente en toda la vida social de la ciudad. Fue presidente de la Asociación de Cabezas de Familia, miembro de la asamblea local de la Cruz Roja, de la Agrupación de Cofradías, del Club Náutico de Torre del Mar, del Centro de Estudios de la Axarquía, de la sociedad recreativa La Peña, y, como amante del flamenco, fundador, y primer presidente, de la Peña Juan Breva... Pregonero de todo lo veleño, Axárquico de Honor...
En la vida política fue concejal y primer teniente de alcalde, y presidente de la comisión de fiestas.
Pero su mayor logro ha sido su familia. Sus siete hijos, de los que, nosotros podemos dar fe, se sentía extraordinariamente orgulloso.
Su Plaza de las Carmelitas, en Velevisa, durante casi una década, fue un claro reflejo de su mentalidad colaboradora, centrada, defensora de los débiles, amante de la cultura, propulsora de todo proyecto que mejorara la ciudad... Y como había sido “cocinero antes que fraile” sus comentarios eran tan atinados y comunicativos que en ellos nos sentíamos reflejados todos.
Se nos fue, en el Hospital de Carlos Haya, el 9 de diciembre de 1998. Decía Tagore que “..la muerte pertenece a la vida como el nacer, así el caminar está tanto en levantar el pie como en volverlo a poner sobre el suelo...”. Y, aunque reconocemos que la vida es así, que así es la muerte y que así es el devenir, nunca podremos olvidar a este extraordinario amigo y maestro. Se nos fue con las alforjas repletas de amigos, de servicios, y de reconocimientos.