Ser cofrade
Artículo de Francisco Montoro
Ser cofrade en Vélez-Málaga es casi un modo de ser. Es difícil encontrar una familia en nuestra tierra en la que no haya un cofrade. Con distintos niveles y modalidades de implicación, naturalmente. Y resulta incuestionable que la sociedad veleña está, en gran medida, articulada por las cofradías o alrededor de ellas. La Semana Santa, pues, en especial sus procesiones, son una de las manifestaciones más potentes e implicativas que existen en la capital de la Axarquía.
Los que ya peinamos canas, hemos observado, y vivido, la evolución de los desfiles procesionales en el último medio siglo, y con una saldo claramente favorable. Ha existido una mejora constatable en seriedad, participación humana, igualdad hombre-mujer, organización, aportaciones artísticas, calidad de enseres, respeto entre cofradías, colaboración en la vida parroquial, y un amplio etcétera.
Inevitables los recuerdos de juventud que tenemos, cuando empezábamos a participar en las procesiones. Cada caso de un cofrade es distinto. Los míos, mis primeros pasos fueron en ‘Huerto y Desamparados’ -con Paco González, Fali Gordillo, Juan Iranzo...-; luego, en ‘La Piedad’, donde aún no se procesionaba ‘Jesús el Rico’, y mi padre organizaba la sección de mantillas...; más tarde en la horquillería de ‘La Columna’, que se nos acampó en nuestra vida de estudiantes...; y, como más significativa, la etapa de la ‘Virgen de la Soledad’, donde, junto al cargo de hermano mayor (los cargos son cargas), tuvimos la experiencia de compartir, con otros muchos veleños cofrades, las reuniones de la agrupación de Cofradías... Tuvimos, por tanto, durante esos años, ocasión de conocer en detalle la vida cofrade de entonces. Había cosas que no nos gustaban, que veíamos manifiestamente mejorables, que requerían compromisos, actitudes y esfuerzos a llevar a cabo.
Mas tarde, la disconformidad, el análisis crítico -junto a un clero que nos enseñaba que las procesiones eran una pedagogía de la fe- que requerían cambios en las conductas, solidaridad expresa con los más necesitados, compromiso real con quienes sufrían paro, emigración, pobreza, enfermedad... (“...Si recordamos lo que hizo Jesús, ¿por qué olvidamos lo que tenemos que hacer los hombres?...”).
Nuestra etapa siguiente coincidió con una clara mejora de los desfiles procesionales, afortunadamente. Los últimos treinta años, ya en la tarea informadora, desde Velevisa, promovimos, dentro de nuestras posibilidades, el crecimiento de la seriedad y el compromiso por la mejora, la aproximación a la coherencia, la participación y colaboración con el clero y la vida parroquial...
Y así, desde el ir las mañanas de Jueves y Viernes Santo a las televisiones de Marbella y Antequera (acompañado por nuestro inolvidable Carlos Enrique López Navarro) a llevar copias de los vídeos de las procesiones veleñas, para su difusión, hasta los tiempos actuales, con nuestros comentarios en ‘El punto de Mira’ del 2018, pidiendo colaboración a la ciudadanía para crecer en la seriedad de nuestra procesiones, han pasado muchos años. Con inevitables aciertos y errores. Nuestra manera personal de ‘ser cofrade’ -con la que, lógicamente, se puede estar en acuerdo o desacuerdo- ha estado media vida vinculada a la televisión local.
Difícilmente ha habido acto cofrade, traslado, pregón, exaltación, procesión... donde no hayan estado las cámaras de Velevisa, y lo más criticable ha sido, por lo general, el que siempre ha existido una sobreprogramación en torno a la Semana Mayor.
Se es cofrade desde el interior de las cofradías, desde la discrepancia, desde la militancia a través del trabajo, desde los medios de comunicación... Al menos, y con perdón para quien no lo comparta, nosotros, a nivel personal, nos sentimos cofrade. Existen muchos modos de serlo. Cofrades anónimos, vinculados directos, implicados totales, entusiastas que empujan, observadores que apoyan, artistas que donan, críticos que ayudan a mejorar…; pero todos ‘militantes’ por el objetivo común de crecer y mejorar lo que nos une, o debería de unirnos, a los veleños: la Semana Santa de Vélez-Málaga, que es grande-grande-grande, por la gracia de Dios y la gracia de Vélez.