Ser mejores

Artículo de Francisco Montoro

Hace dos años, cuando la pandemia irrumpió en nuestras vidas, nos planteamos que de ese tremendo problema que nos sobrevino valía la pena salir siendo mejores personas. 

Nos abrumaron los miedos, los bulos, las soledades, las novedades, las sorpresas, las distancias…, y conmocionados por una tragedia inesperada que nos cambiaba la vida. Nuestros proyectos, sentimientos, rutinas, incluso amistades, se vieron alterados, golpeados y erosionados. La prioridad era salir de un túnel que nunca habíamos conocido, ni imaginado siquiera, y que nos cambiaba en todos los aspectos vitales. 

Hoy en plena desescalada, fase final, ya sin mascarillas, la “nueva normalidad” es un tiempo de expresión contradictoria, dado que si es “nueva” no puede ser normal, y si es “normalidad” no puede ser nueva.

Estamos viviendo ilusionados una situación con una gran carga emocional, cognitiva y experiencial que nos muestra distintos ante la familia, los vecinos, los compañeros de trabajo, los amigos… Distintos porque parte de aquello que éramos antes de la pandemia, se ha quedado en gran medida en el camino de dos años de soledades, reflexiones y miedos. Distintos porque el mundo que encontramos tras el confinamiento y las restricciones en muchos aspectos ha cambiado. La preocupación, las mascarillas, la permanente higiene de manos, la distancia social, etc., han cambiado nuestros roles; y los abundantes “bulos” e intoxicaciones que nos invadieron la intimidad en este tiempo, nos hicieron más desconfiados, más atentos, más celosos de nuestro tiempo vital…, quizás más comprensivos, más colaborativos, más solidarios…, quizás mejores personas.

La angustia de cada día cuando los datos de fallecimientos se contaban en centenares, los aplausos diarios a los sanitarios que se enfrentaban heroicamente a un enemigo desconocido y criminal, el permanente machaqueo de los medios de comunicación y las redes sociales, la interminable explosión de numerosas fake news que aturdían y nublaban las mentes, conformaban un cóctel de sabor amargo, un tiempo de perfil extraño… 

A resultas de lo vivido, se hace preciso sacar lo positivo, aprender de los miedos pasados, de las soledades y las fracturas sufridas. Es necesario salir con cicatrices salvables, con planteamientos de esperanza y de futuro.

No debemos conformarnos con que todo haya sido inútil, un sinsentido, un tiempo borrable. Se hace preciso que la “post cuarentenas” y “post pandemia” lleve una carga de comprensión y solidaridad con los cercanos, buena dosis de colaboracionismo con los héroes del día a día que nos rodean y una razonable ración de paciencia con nuestros críticos y distantes. 

La Semana Santa que hemos vivido en Vélez-Málaga es un buen ejemplo de la deseada post pandemia. Todo, salvo la dañina lluvia del martes, ha salido “mejor” que antes del paréntesis coronaviral. Ha habido seriedad, aplicación, buen hacer, planificación detallada, sentido de la tradición, espíritu colaborativo... Y en el sentido religioso un paso adelante hacia la seriedad completa.    

Lo que más ha preocupado de la pandemia ha sido que el resultado del shock del confinamiento forzado ha sido fortísimo.  Estamos más fuertes, más comprensivos, más solidarios, más positivos, más humanos…. 
Buena desescalada, buena Semana Santa, buen adiós a la mascarilla…

Felicidades a todos por estar ya en otro tiempo, y que no olvidemos los pesares, a los amigos despedidos, y el hecho de que “aún queda tarea por hacer.