Vélez y el Diluvio

El Diluvio Universal es un supuesto acontecimiento que se produjo en la oscuridad de los tiempos, relatado con coincidencias en diversas culturas, y que aparece en la Biblia, en el primero de sus libros, El Gé­nesis, para más detalle.

Es la historia de Noé y del cas­tigo que el Dios Crea­dor envía a los hombres, des­cen­dien­tes de Adán y Eva, por sus des­via­ciones de las pro­puestas y previsiones di­vinas para los hu­manos, en base a las libertades con­ce­di­das para que si­guie­ran el plan de Dios.

La primera ocasión en que aparece la re­lación del Diluvio en la literatura universal fue en un texto lla­ma­do La Epopeya de Gil­­gamesh, del año 2500 antes de Cristo. Se trata de una na­rra­ción sumeria en verso sobre las peripecias del rey Gilgamesh, y que constituye la obra épica más antigua conocida.

La expresión ‘Diluvio Universal’ nos habla de la creencia ge­neral sobre un gran diluvio -lluvias torrenciales e inacabables- que afectaron al planeta Tierra en la antigüedad. Mientras que para unos se trata de un hecho real ocurrido, para otros es una alegoría con fines didácticos. 

Algunos de ustedes, estimados lectores, me dirán que qué tiene que ver el famoso Diluvio Universal, y sus consecuencias, con la Vélez-Málaga de nuestros amores, la capital de la comarca malagueña de la Axarquía. Pues verán. La relación del Diluvio y Vélez-Málaga procede del hecho de que uno de los primeros autores-historiadores locales, el Padre Francisco de Vedmar, en el primero de sus dos libros, el titulado Bosquejo apologético de las grandezas de la ciudad de Vélez-Málaga (Málaga, 1640), defiende que “...Vélez fue creado en el año 376 después del diluvio...”. Solo le faltó decir el día, mes y hora... Tamaña afirmación rompe cualquier análisis de la ciencia histórica y coloca en lugar delicado su prestigio como his­to­riador, su credibilidad como sacerdote y su capacidad para ser referente en el estudio del pasado veleño.

La verdad es que el Padre Vedmar, en su afán por dar glorias a Vélez-Málaga, y a tenor del sugerente título de su libro Bos­quejo apologético..., hace esfuerzos sorprendentes, que, para cualquier historiador serio, resulta mecanismo inacep­table, y ello porque la verdad debe primar en cualquier afirmación ‘histórica’ y no caer en el recurso fácil de aceptar de buen grado, y sin análisis ni rigor alguno, afirmaciones poco asentadas de antecesores no cuidadosos. No es de extrañar que el libro fuese refutado pocos años des­pués por un autor de nom­bre desconocido, que es­cribe, en 1658, Al­mu­ñécar ilustrada y su an­tigüedad defendida, libro recien­temente editado por la Universidad de Granada, con es­tudio, in­tro­duc­ción y notas, de la profesora Almudena Rubio Ala­meda.

Pero resulta nece­sa­rio afirmar con ro­tundidad una cues­­tión en defensa del cura Vedmar. A pesar de sus ma­ni­fiestos errores en su primer libro -que se ven bas­tante dis­mi­nuidos en su segundo (Historia sexitana de la an­ti­güedad y grandezas de la ciu­dad de Bélez, Granada, 1652)- este autor tenía ‘madera de historiador’. Y cuando avanza, busca docu­men­tación original, se esfuerza en constatar lo que descubre, debiéndosele achacar, esencialmente, el hecho de que cae en la trampa de los ‘falsos cronicones’ que él no sabe detectar, como la inmensa mayoría de los investigadores españoles de mediados del siglo XVII. 

Ca­bal­gando engañado sobre afirmaciones falsas, muy bien ur­di­das, nuestro autor se ve sorprendido, y con un ‘com­pren­sible’ grado de inocencia, se deja influir indebidamente a la hora de concretar sus estudios.

Pero es verdad que, por otro lado, a veces, llega uno a pensar que un Diluvio Universal no nos vendría mal en los tiempos que corren. Y a empezar de nuevo... ¿O no?