Año nuevo, ¿nuevo año?
Acabamos de estrenar un nuevo año y parece que es tiempo de mirar atrás y hacer balance del que nos dejó y, también, algún propósito de enmienda o de comprometernos en alcanzar nuevas metas y objetivos. Yo no suelo pedir nada para mí, porque considero que mi propio compromiso y mi responsabilidad son suficientes para intentar conseguir aquello que me satisface y deseo, dentro de mis circunstancias y posibilidades. Vivir con la mente inquieta y en libertad, con espíritu combativo hacia los abusos y las injusticias, amando a quienes me rodean, con respeto al medioambiente e intentando ser coherente teniendo honestidad intelectual, es decir, diciendo lo que pienso y haciendo lo que digo. Eso sí, sin pretender ofender a nadie y respetando puntos de vista ajenos y alejados de mí.
La vida que vivimos es la que decidimos nosotros mismos, sea de forma consciente o inconsciente. Con el paso de los años he aprendido que nuestra felicidad depende, fundamentalmente, de nosotros más que de factores externos que, en la mayoría de los casos, no controlamos. No vale la pena hipotecar nuestros sueños y anhelos esperando que algún día “suene la flauta”, me toque la lotería o aparezca un príncipe o princesa azul. No. Vivir la vida es arremangarse e ir a por ella. Ser el protagonista de nuestra propia historia, sin temor al qué dirán ni a peajes ajenos o impuestos. Es disfrutar lo cotidiano y el hecho de estar vivos, acariciando paisajes y abriendo nuestra mente a todo aquello que se nos va presentando y que nos causa buenas sensaciones.
Como ya ocurrió con el 2020, este último año tampoco ha sido muy benévolo con nosotros. Nos ha robado besos y abrazos, encuentros con personas queridas y nos ha quitado un poco de libertad y de esa alegría de vivir sin miedo, sin cortapisas ni imposiciones, a veces, sin sentido.
Se habla mucho de conseguir la “nueva normalidad”, como siempre que se sufren acontecimientos extraordinarios normalmente negativos, como la anterior crisis económica o la actual pandemia sanitaria. Pero si esa “novedad” va a suponer distanciamiento social, restricciones a la movilidad y al uso de espacios públicos y vivir con una sensación de amenaza permanente, es que algo no estamos haciendo bien, que no hacemos lo adecuado para superar esta congoja que nos tiene el espíritu maniatado.
Que me perdonen algunos, pero tengo la sensación de que a muchos dirigentes políticos y medios de comunicación les viene bien esta desgracia pandémica que estamos sufriendo, como si fuera una de las diez plagas de Egipto. Apenas se habla de otros temas importantes para nuestro bienestar y también nuestra salud, nos hostigan con limitaciones que a veces parecen arbitrarias y desiguales, como si el virus reconociera que está en una cafetería de El Morche o en una plaza de Bilbao. Nos abruman con una lluvia incesante de datos, estadísticas y mediciones que, a modo de monserga, solo consiguen nuestro hastío y cansancio.
Que debemos estar informados y adoptar las medidas sanitarias para protegernos, está bien. Que seamos conscientes de los efectos perniciosos que una pandemia de este tipo puede causar, también, pero ¿es que no hay otros asuntos importantes de los que ocuparse y por los que seguir trabajando e informando y que compensen un poco la balanza mediática y política con respecto al covid-19? Y otra cosa: ¿se están tomando realmente las medidas necesarias para combatir este virus u otros que nos puedan afectar en el futuro?
Medidas como la aprobación de una ley de pandemias debatida con expertos y consensuada por todos, para que no se utilice políticamente esta desgracia sanitaria; impulsar nuestro sistema público de salud, blindándolo constitucionalmente e invirtiendo en personal, instalaciones y medios de una manera real y efectiva; apostar de forma decidida por la investigación, trabajar políticamente a nivel internacional, pues solo se podrán lograr buenos resultados de manera conjunta con un espíritu de solidaridad y cooperación entre TODOS los países; etc.; etc.
Así que sí, para este nuevo año voy a pedir algo que no depende de mí, pero que nos afecta a todos: Que los medios de comunicación se dediquen a lo suyo, a la información veraz separada de la opinión y de los titulares con sesgo ideológico y que los políticos, de una vez por todas, se dejen de enfrentamientos y controversias interesadas y hagan bien su trabajo, que es la política, pero la política bien entendida, no como lo que decía el filósofo francés Edmond Thiaudière sobre ella: “Es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”. Aunque, a tenor de lo que vemos en el panorama político nacional, no andaba muy desencaminado, ese es mi deseo para este nuevo año y que se cumplan los de nuestros queridos lectores, si es que de verdad los desean.