Cultura, política y políticos
“Solo la cultura nos hace libres”, decía el poeta, político y pensador cubano José Martí, y creo que tenía razón, aunque yo añadiría que solo la que nos hace más libres es verdadera cultura.
Y si, además, nos nutrimos de información veraz y contrastada, podremos decir que en este mundo de bulos, falacias y eufemismos interesados seremos un poco más libres. Huir del engaño que propugnan algunos políticos, medios de comunicación y redes sociales y ser conscientes de que vivimos en una sociedad que intenta manipularnos para hacernos meros consumidores y seres gregarios, no es tarea fácil.
El sistema educativo parece que solo está diseñado para repetir moldes preestablecidos y convertirnos en carne picada, a semejanza de las imágenes que aparecían en la película de Alan Parker El muro, basada en el disco homónimo editado por la banda británica Pink Floyd en 1979. En la escuela, en los institutos, y hasta en la propia universidad, no se utilizan métodos que sirvan para enseñar a pensar a nuestros jóvenes, a cuidar el medioambiente, a respetar al diferente, a defender la igualdad entre todos, ni se les inculca la importancia de la lectura y el conocimiento para que vayan a la raíz de las cosas, para convertirlos en gente difícil de manipular.
¿Por qué será que parece que vivimos en una sociedad que no le da la importancia que tiene al hecho de culturizarnos, de ser personas más libres, con criterio y opiniones bien conformadas? ¿No será que no interesa que nos cuestionemos el statu quo establecido? Cada vez que abrimos un libro, estudiamos nuestra historia, disfrutamos de una obra plástica, vemos una película inspiradora o asistimos a un concierto de música, sentimos que se abren nuevas oportunidades de ser un poco más felices, de abrir nuestra mente y nuestro espíritu a nuevas emociones y sentimientos.
A los demagogos, populistas y enemigos de la democracia real les parece que uno de nuestros peores pecados es morder la manzana del conocimiento y plantearnos preguntas incómodas que cuestionen lo que otros pretenden que sea incuestionable. Por todo ello, es vital que los ciudadanos no penalicemos a lo que nos salva, no caigamos en la trampa de la vulgaridad, de los espacios comunes impuestos y de valorar las cosas en función de lo que otros quieren, sin dejarnos margen para que seamos nosotros los que decidamos sobre el verdadero sentido de las mismas.
En momentos de alboroto político como los que vivimos, de tantas conductas discordantes y agresivas, deberíamos pararnos a pensar en las consecuencias que estas actitudes puedan tener. Una sociedad culta nos lleva a una sociedad más libre, más justa, más solidaria y respetuosa con las ideas y creencias de los ciudadanos y exigente con la clase política, que debe estar para buscar el bien común. No podemos permitir que en nuestra democracia se radicalicen posturas, que no se lleguen a acuerdos entre los partidos y que se excluya la opinión de muchos ciudadanos y colectivos. El pensamiento, el conocimiento, el diálogo y el respeto son la clave del progreso. Las descalificaciones, las obcecaciones, la falta de pensamiento, de comunicación y diálogo nos conducen, irremediablemente, al fracaso como país y como sociedad. Es increíble que esto esté claro y no hagan nada por evitarlo.
Ahora que entramos en un largo periodo preelectoral pidamos a los políticos que dialoguen, que sean respetuosos entre ellos y con la ciudadanía a la que, presuntamente, deben servir. Que tengan en cuenta que son ellos la imagen que todos, especialmente nuestros jóvenes, tienen como referencia. Exijámosles que den ejemplo para que haya concordia y no enfrentamientos y falta de respeto. Que miren hacia el futuro y olviden los fantasmas y cadenas del pasado. ¡Son tantos los problemas cotidianos que deben ayudar a resolver!
Apelo a la responsabilidad individual de nuestros dirigentes para que no olviden que deben estar preparados y formados para una mejor gobernanza. Que reflexionen sobre los acontecimientos. Que lean y escuchen más a los filósofos, a los científicos, a los poetas. Que no sean esclavos de las maquinarias partidistas ni de argumentarios sesgados y que focalicen su actividad en proponer alternativas y buscar consensos, más que en intentar desgastar al rival político y conseguir el poder a toda costa.
En nuestro municipio los políticos deberían aplicarse también el parche, superando la política de gestos y continua propaganda, con un diálogo sincero entre todos los partidos y abierto a la ciudadanía. Los problemas importantes siguen sin resolverse y todos sabemos cuáles son.