Decano del rock

En el mundo de la música, como en otros mundos, hay personas que se convierten en referentes de muchos aficionados por su calidad artística e influencia.

Músicos que, a pesar del paso del tiempo y de su estatus privilegiado, han mantenido con dignidad sus carreras y siguen componiendo y tocando en directo. Ejemplos hay muchos (Bob Dylan, Rolling Stones, Van Morrison, Eric Clapton, Miguel Ríos…) y son artistas muy reconocidos.

Uno, que ya tiene sus años, ha seguido sus carreras prácticamente desde que empezaron. Los he considerado siempre como una especie de hermanos mayores a los que admiraba desde muy joven y se han convertido en el espejo musical en el que mirarse y en modelos a seguir, aunque a una escala infinitamente menor. Y me alegra muchísimo verlos a sus setenta y muchos años disfrutando de lo que hacen y transmitiendo ese espíritu lleno de emoción  y vitalidad.

Sin querer establecer, ni mucho menos, un paralelismo entre esos artistas y un servidor, permítanme que les cuente una anécdota que me pasó no hace mucho y que hizo que me planteara una especie de retrospectiva, un repaso a mi vida como músico y como apologeta de las enormes bondades de la  música a todos los niveles. Ahí va.

Hace unas semanas, tras un concierto de mi banda de rock y blues, uno de los asistentes se acercó para felicitarme y, sonriente, me dijo “…te sigo desde hace años y me encanta lo que hacéis”. Me sentí muy agradecido, le estreché la mano y nos dimos un cómplice abrazo. Para terminar la jugada, mi querido interlocutor añadió: “De hecho, creo que eres el decano del rock en el municipio”. 

Uf, eso no me la esperaba. La verdad es que la música siempre ha sido una parte esencial de mi vida, pero, desde que llegué a esta ciudad, mi actividad musical y de divulgación de los valores y la importancia de la música no ha parado. De hecho, llevo más de 40 años componiendo canciones y versionando a los grandes del rock, blues, soul, etc. y realizando diversas iniciativas formativas y divulgativas que redunden en una mayor cultura musical de nuestro entorno. Y no es fácil, porque vivimos en unos tiempos donde ya no se apuesta por la calidad y la variedad, sino por lo comercial y lo que mueve (y manipula) a las masas. 
Desde 1999 a 2007 dirigí el Festival de Jazz, Ritmo & Blues ‘Ciudad de Vélez-Málaga’, que, por falta de apoyo municipal, se quedó en puertas de convertirse en uno de los mejores de España. También fui el fundador de la Escuela de Música Moderna, y he realizado programas en radios y televisiones locales; organizado ciclos de cine musical y tengo publicados varios discos, artículos en prensa y un ensayo autobiográfico sobre la historia de la música moderna en España.

He organizado, en centros educativos y culturales, conciertos didácticos de música moderna para acercar los estilos originarios del rock a personas de todas las edades. De todos ellos, el más relevante lo realizamos en la cueva de Nerja, en 2017, que fue, según los organizadores, “la primera vez en la historia de la Humanidad que se tocó rock en semejante lugar”. También he dado conferencias en Málaga y en Madrid, he colaborado con Juan de Pablos, de Radio 3, y he tocado o compartido escenario con músicos de la talla de Burning, Raimundo Amador, Guitar Crusher, Otis Grand, Arthur Brown y los Pretty Things.

A lo largo de los años he sido miembro fundador de varios grupos, empezando por Estación Zero, que seguimos en activo después de 35 años, con temas originales y versiones entre el blues, el soul y el rock andaluz. Ganamos el certamen ‘Axarquía Rock’, en la Real Feria de San Miguel del año 1991 y, gracias a ello, grabamos un disco, Tiempos salvajes, que obtuvo buenas críticas y nos llevó a actuar en muchos locales de ocio del municipio y del resto de la comarca y provincia.

Con otros grupos, como La Custom Band, en solitario o en formato de dúo o trío acústico, como Señor Blues y, últimamente, Blue Soul (con la excelente cantante Bea Ross), seguimos actuando y transmitiendo buenas sensaciones a todos aquellos que asisten a nuestros conciertos, como ese querido aficionado que me otorgó un título que no sé si merezco, pero que, a partir de ahora, me ayudará a continuar con mi trayectoria musical con más perspectiva y seguir viviendo con ese impulso vital que la música proporciona.