Elecciones y política cultural

Todos necesitamos de la cultura para poder formarnos y desarrollarnos de un modo completo como personas. 

Todos necesitamos de la cultura para poder formarnos y desarrollarnos de un modo completo como personas. Las políticas culturales deben garantizar el derecho de acceso a la cultura para toda la ciudadanía y contribuir a favorecer la cohesión social y no pueden limitarse a una programación más o menos afortunada de diferentes eventos, sino que debe perseguir unos fines y objetivos claros que trasciendan a la simple administración de las instituciones culturales, pues estas son el medio, la herramienta para facilitar los canales sobre la política cultural de una comunidad. Como dice el filósofo y profesor italiano Nuccio Ordine, premio Princesa de Asturias de Co­mu­ni­cación y Humanidades 2023, “la cultura es ese pan espiritual que necesitamos y alimenta nuestra alma”.

Ahora que estamos en periodo electoral los políticos nos intentan convencer de lo bien que lo han hecho unos y lo bien que lo quieren hacer otros pero, a estas alturas de la película, los ciudadanos, que somos los que decidimos quiénes nos van a gobernar los próximos cuatro años, estamos ya un poco escaldados y a punto de perder la confianza que, elección tras elección, venimos depositando en ellos. Así, por ejemplo, si uno de los objetivos  prometido por todos es recuperar el centro histórico de Vélez, ¿Cómo es que la rehabilitación y asunción de la propiedad del convento de las Claras, con un posible uso hotelero, universitario, etc., que podría ser un excelente dinamizador social y cultural de todo el entorno del centro histórico, sigue sin avanzar un ápice, o ¿Cómo se explica que llevamos años sin una oficina técnica con personal especializado que asesore y agilice los trámites de un PEPRI (Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Centro Histórico de Vélez-Málaga) que se ha mostrado inflexible al no saber conjugar la necesaria conservación con el desarrollo? 

Para que el centro histórico recobre la pujanza que perdió hace tiempo y sea un lugar de oportunidades económicas, pero también un lugar para disfrutar y vivir, se necesita un acuerdo político de todos los partidos, un compromiso serio y veraz que requiere gestión urbanística para actuar de manera decidida donde sea necesario. Muchos pueblos y ciudades con una quinta parte de nuestro patrimonio le sacan mayor provecho y se darían con un canto en los dientes si pudieran tener lo que nosotros. 

Se habla mucho también de identidad, pero ¿qué mayor respeto por nuestra identidad histórica y cultural podrían mostrar nuestros munícipes si no es con la reactivación del Ar­chivo Municipal y la recuperación y puesta en valor del Castillo de Torre del Mar, del yacimiento fenicio de Toscanos, de la culminación del plan director de la Fortaleza y de la rehabilitación de la ermita de San Se­bas­tián, que podrían convertirse en di­na­mizadores sociales, turísticos y culturales, con sus centros de interpretación correspondientes? Ade­más, la identidad cultural no puede ser algo monolítico y cerrado, sino que se configura y construye poco a po­co. Por eso, no puede considerarse co­mo una realidad uniforme y única, sino plural y diversa. Si no es así, nunca avanzaremos y nos quedaremos anquilosados en las tradiciones del pasado.

Si creemos en la música como valor cultural, ¿por qué no se afianza un Festival de Jazz, Ritmo y Blues, que tantas satisfacciones daba a los aficionados? ¿Por qué no se apoya decididamente a los grupos y artistas locales, al margen del oligopolio del grupo oficial del ayuntamiento, dándoles posibilidades de tocar su música en directo, flexibilizando el estricto reglamento municipal existente y contando con locales de ensayo municipales, que se vienen prometiendo desde hace muchos años? ¿Por qué no se celebran más conciertos didácticos en centros educativos y culturales para que las nuevas generaciones conozcan otros estilos más allá del dichoso reguetón y la música más comercial? 

Si creemos en la importancia de la lectura, ¿Por qué no se celebra de manera regular la Feria del Libro, que se puede abrir a otras librerías y editoriales provinciales o andaluzas? ¿Por qué no se apoya de manera decidida a los escritores y editores locales, para que sus obras estén en todas las bibliotecas y centros culturales y educativos municipales? Si el teatro es una de las formas artísticas más antiguas del ser humano y es importante ya que  permite expresar emociones, sensaciones e inquietudes y a través de ellas apelar a un público que puede identificarse con ellas, ¿Por qué no hay un festival estable de teatro de calidad y se apoya más a los dramaturgos y actores locales? Vélez-Málaga también es tierra de pintores y de artistas plásticos reconocidos, pero ¿Por qué no existe un solo espacio museístico que, de manera permanente, difunda la obra de esos artistas?

Y los jóvenes, los grandes olvidados, siguen sin tener muchas opciones de un ocio alternativo alejado del botellón, ya sea recreativo, deportivo o cultural. Los espacios que podrían albergar esa oferta cierran de noche los fines de semana y no existe una casa de la cultura como tal.

En fin, con la de opciones que hay para conseguir los fines que una adecuada política cultural debe tener, que por supuesto tiene un coste importante,  parece que desviar ingentes fondos para el excesivo circo, que se van volando como el vuelo de los aviones, no sea la mejor estrategia. En esta bendita tierra de Vélez-Málaga, que unos dicen que se mueve y otros que se muere, hay que canalizar las demandas ciudadanas, a través de la participación de los artistas y creadores y de entidades y colectivos sociales, culturales y empresariales. Pero nuestros políticos están cayendo en muchas ocasiones en la trampa, ya sea por desconocimiento, envanecimiento o populismo, de centrarse en programar algunas actividades culturales que, al margen de que puedan ser más o menos atractivas para algunos sectores de la población, buscan exclusivamente el rédito político a corto plazo, la cantidad por encima de la calidad.

Pero no todo es negativo, ni mucho menos. Algunas iniciativas se han mostrado eficaces y exitosas y hay que seguir apoyándolas, independientemente de quienes hayan sido sus promotores, porque uno de los males de nuestra clase política es que “si algo lo has hecho tú, lo quito yo”. Así, por citar solo algunas: Damas de Noche (poesía y música), Ciclo de Flamenco Fusión en el Cerro de San Cristóbal, Al Son del Rebalaje de Torre del Mar, con artistas locales, Jazz en el CAC y conciertos, conferencias y talleres en el MUVEL, visitas organizadas a los yacimientos fenicios, etc.

Y aunque ahora se les llene la boca a algunos con lo importante que es para ellos la cultura, si volvemos a la realidad (“obras son amores y no buenas razones”), comprobamos cómo se ha rebajado a la mitad el presupuesto de la Concejalía de Cultura en los últimos años, que requiere urgentemente de mayores recursos técnicos y humanos especializados y de una mayor coordinación con todos los agentes culturales ciudadanos.

Para avanzar y tener claro qué ciudad queremos y que no se repita la legislatura de la marmota, exijámosles más a nuestros políticos, que cuenten con nosotros porque, si no, nos pasará como al bosque que seguía muriendo porque seguían votando al hacha, que era tan astuta que los había convencido de que, por tener el mango de madera era uno de los suyos.