Hoy me siento feliz

Artículo de Jesús Aranda

Estando un día sentado en la barra de un bar, había junto a mí un inmigrante senegalés, que me presentó el dueño del local, con el que entablé una conversación casual sobre lo humano y lo divino. Entonces, una mujer española que parecía estar con él, al hilo de la conversación que llevábamos, le espetó: “Y tú, para ser feliz, qué necesitas?”. Cuando los dos oímos esa pregunta, formulada con cierto tono desafiante, nos quedamos un poco asombrados, sobre todo yo, que desconocía la relación que pudiera haber entre la inquisidora y mi simpático tertuliano. Tras unos pocos segundos, el interpelado respondió con total aplomo y seguridad: “Estar vivo”. Con esa respuesta mi compañero de barra dejó callada en seco a su interrogadora y a mí con una  profunda admiración, aderezada con una sonrisa interior, por la carga de profundidad que había lanzado de forma tan directa y espontánea ante la pregunta de marras. 

Al poco tiempo, me despedí de mi nuevo amigo, no sin antes desearle toda la suerte del mundo, porque, como se pueden imaginar, durante el breve encuentro que tuvimos, me contó algunas de las penurias que había pasado y que estaba intentando aquí, en nuestra tierra, salir adelante.

Desde entonces, y tras ese fortuito encuentro, no dejo de pensar en el significado profundo y vital de la respuesta dada por ese hombre, al que apenas conocía, pero que dejó huella en mí y me ha llevado a una meditada reflexión sobre la felicidad, qué hacemos en esta vida para ser feliz, estar contentos y disfrutar de todo lo que tenemos a nuestro alrededor y dejar de quejarnos tanto.

Desde luego, hay muchísimas personas que lo están pasando mal, que han perdido su empleo o padecen una insoportable precariedad laboral. Otras que, directamente, no llegan ni a fin ni a mediados de mes y que, entre otras situaciones lacerantes, soportan los peores inconvenientes de la crisis que sufrimos, tanto económica como de valores y justicia social.

A ellos seguro que les va a resultar más difícil sentirse, aunque sea a ratos como casi todos, felices. Les mando todo mi apoyo y consideración, esperando que las palabras de los políticos de que “nadie se quede atrás” no sea una especie de mantra propagandístico y retórico y que puedan tener garantizados, al menos, las necesidades básicas necesarias para vivir con dignidad.

Pero, siguiendo con la respuesta de mi amigo, podemos plantearnos que, en la mayoría de las ocasiones, los peligros y desdichas de la actualidad están, sobre todo, en nuestra mente. Casi siempre, por no decir siempre, estamos enfocados más en lo negativo y en el problema en vez de en lo positivo y en la solución. Y parece que eso es así por nuestro instinto de supervivencia, que se mantiene alerta frente a los sucesos que pueden atentar contra nuestro bienestar. Como apuntan algunos consejeros y psicólogos, este proceso era muy útil cuando estábamos en las cavernas, porque teníamos que sobrevivir a las inclemencias del clima, a grandes fieras y a un sin fin de peligros; pero actualmente esta función automática puede alejarnos de la felicidad.

La mayor parte del tiempo nos comparamos con los demás y sentimos la necesidad de ser y estar mejores que ellos. Intentamos alcanzar parámetros que la sociedad, los medios, la publicidad desmesurada…determinan como necesarios para alcanzar la felicidad, como si fuera una meta en nuestra vida; sin darnos cuenta de que, a la hora de la verdad, en vez de acercarnos a ella, nos alejan. Permanecemos persiguiendo objetivos a veces banales y cuando los alcanzamos creamos uno nuevo en nuestra cabeza. Como resultado, terminamos por alejarnos del presente y de disfrutar las cosas simples y bonitas de la vida, que son la mayoría y, encima, gratis. Por ello, tengamos cuidado con lo que soñamos  para ser felices, no vaya a ser que lo consigamos y sigamos igual de insatisfechos. Además, de nada sirve pensar obsesivamente en ello y olvidarnos de vivir, porque, como decía John Lennon, “la vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”

El músico norteamericano Bobby McFerrin en su famosa canción Don’t worry, be happy, afirmaba que todos tenemos problemas en la vida, pero cuando nos preocupamos en exceso, los hacemos dobles, nos abatimos y entristecemos, de paso, a quienes tenemos a nuestro lado. Bueno, es una forma de verlo. También decía el cantante Loquillo, en otra famosa canción, que él, para ser feliz, lo que quería era un camión. Ya ven que cada cual se las apaña como puede para evitar la infelicidad y la desdicha. 

En fin, les aseguro que, a pesar de todo, la receta de mi amigo funciona para sentirse feliz. Estamos vivos y si nos despertamos todos los días, somos agradecidos, hacemos lo mejor que podamos nuestro trabajo y tratamos con amor y respeto a quienes nos rodean, tendremos la posibilidad de decir a cualquier hora: hoy me siento feliz.