Nosotros somos ellas
Paseando un día por las calles de mi ciudad me llamó la atención un camión que circulaba con un letrero en su parte posterior bastante llamativo y singular: “Marido de alquiler”, con el siguiente epígrafe: ¡Lo que no hace su marido en casa, se lo hacemos nosotros! Como se pueden imaginar, la doble intencionalidad del anuncio (llamar la atención utilizando una especie de metáfora sexual y vender un producto o servicio), consigue de una forma subliminal afianzar un cierto estereotipo porque, a continuación del tendencioso rotulito, se aclara la verdadera intención del mensaje: Servicios de pintura, electricidad, jardinería, bricolaje, recogida y venta de muebles usados…
Evidentemente, dicho anuncio da por sentado que corresponde siempre al hombre arreglar los desperfectos del hogar, ya que las pobres mujeres dependen de él para que lo tenga todo arregladito y en orden, porque ellas no entienden ni saben de esas cosas, cuando son, en muchos casos, las que gobiernan nuestros hogares.
Como otros estereotipos asentados lamentablemente en el subconsciente colectivo (las mujeres no saben conducir, son más vulnerables y necesitan de la protección del hombre, no entienden de deportes, no pueden ser bomberos, soldados o astronautas…), este denota una actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres, que solo hace alargar la brecha de género y, en el caso de nuestro país, donde existen formaciones políticas que niegan de manera sistemática la existencia de la violencia de género y rechazan el feminismo, mal lo tenemos si no somos todos, hombres y mujeres, un poco más combativos con esas consignas retrógradas, cavernarias y sexistas.
El feminismo, que como dice la RAE, es el “movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre” no se debe considerar, como pretenden algunos, como un ataque al hombre y su situación predominante, sino como una reivindicación justa que solo pretende eliminar prejuicios e injusticias seculares que han amordazado a lo largo de la Historia los derechos de las mujeres, pues han sido ellas las que han sufrido tal tribulación por el simple hecho de serlo.
Como decía un compañero de profesión y estimado amigo, yo como hombre intento desarrollar mi parte femenina, lo que de mujer hay en todos y cada uno de nosotros: la creatividad, la emotividad y ternura, saber hacer más de dos cosas a la vez, tener una mejor actitud para expandir y ampliar nuestras mentes, además de tener más paciencia, saber escuchar y ponernos en la piel del otro.
El problema sigue siendo la manera en que la sociedad lucha contra este mal endémico. Está muy bien eso de los minutos de silencio, las proclamas políticamente correctas, el uso retorcido del lenguaje y las declaraciones grandilocuentes, pero hasta que, de una vez por todas, luchemos contra los estereotipos de género y la desigualdad real, que nos afectan a todos y están socavando nuestra convivencia, no conseguiremos una sociedad civilizada, al margen de planteamientos religiosos y políticos que discriminan de partida el irrenunciable derecho a la igualdad.
Fomentar la representación de las mujeres, desarrollar una educación basada en valores en todos los segmentos del sistema educativo, impulsar a mujeres y niñas para que estudien campos dominados por los hombres, implementar una regulación legal y efectiva, impulsar la conciliación familiar y laboral y el reparto de responsabilidades y apoyar campañas y entidades que trabajan en defensa de los derechos de las niñas y las mujeres. Y todo ello alejándose de las posiciones extremas, con especial énfasis en los medios de comunicación y redes sociales, ya que a través de ellos se transmiten consignas injustas y estereotipos de género. Si, además, se divulgarán más proyectos de igualdad efectiva de mujeres y hombres en diversos ámbitos y algunos hombres pensaran más en lo que significan para ellos sus abuelas, madres, hermanas, parejas e hijas, creo que la cosa cambiaría a mejor. Por todo ello, hombres del mundo, decid alto y fuerte conmigo: ¡Nosotros somos ellas!