Cara y cruz de la vida
Columna de José Marcelo
“Para descubrir tu verdadero potencial, primero debes encontrar tus propios límites y entonces debes tener el valor de ir más allá de ellos”. Esta reflexión pertenece a la esquiadora olímpica estadounidense Picabo Street, la cual puede aplicarse a la vida, a esa actitud que podemos elegir.
La práctica deportiva es un paradigma, un ejemplo de cómo hay que ir viviendo: por etapas. El buen deportista siempre tiene presente la salud y conoce su fortaleza para realizar el ejercicio adecuado a su edad. Aquellos que olvidan este sencillo argumento, porque fuerzan la maquinaria o bien se abandonan y descuidan la salud física como mental, caen en la obesidad y en el embrutecimiento. Es necesario alimentarse, mantener un equilibrio, conocer nuestro cuerpo, nuestras debilidades, así como fortalecernos psicológicamente para estar siempre preparados ante las adversidades de la vida.
Esta concepción deportiva se afianza en otra filosófica de la vida, porque hay que tener siempre presente la pregunta de la esfinge griega y la respuesta de Edipo, porque ello nos facilitará conducir mejor la vida, ser conscientes de cómo somos y hacia dónde vamos. ¿Cuál es la criatura que en el amanecer anda a cuatro patas, al mediodía con dos y al anochecer con tres? Su enunciado nos habla de las debilidades de la criatura, que está sujeto a la transición de un tiempo, a adaptarse, y encaminada hacia un final. La respuesta es el hombre, con su grandeza y debilidades. Esto nos demuestra lo importante que es la vida, pero efímera. Que hay que vivirla con intensidad, pero sin prisas, dándole su tiempo a cada periodo de la vida: la niñez, la adolescencia, la madurez, la vejez.
La cara de la moneda de la vida es la salud, y la cruz es la enfermedad, tomarse la vida deportivamente supone buscar el bienestar y enfrentarse a la enfermedad. Porque vivir es un reto que hay que afrontar, cada día, para sacar lo mejor de nosotros: la voluntad y el espíritu de superación.
El espíritu de superación es, simplemente, conocerse, saber nuestros límites, nuestros miedos, y adquirir la suficiente voluntad para superarlos. Esto es lo que nos hace ser diferentes y olímpicos en la vida.
La única manera de combatir la enfermedad es conociendo nuestras fuerzas naturales. Estar alerta, valorar la vida. Cuando aparezca la enfermedad, aprender a convivir con ella, tomar conciencia de que cada hora, cada día que se viva, es una batalla. Valerse de la voluntad como la mayor fuerza natural que poseemos. Aceptar que nuestra vida tiene un final, nos hace más libres para vivir con mayor intensidad.
Aprender que el cuerpo y la mente es el jardín que hay que cuidar, y cada uno es responsable de sí mismo, es su jardinero; teniendo en cuenta que para vivir en salud, hay que buscar la armonía del cuerpo, de la mente y del espíritu.
Todos tenemos un potencial que desarrollar, una tarea que realizar en la vida e, incluso, hemos recibido una herencia y tenemos el deber de entregarla con creces. Este pensamiento que expongo nos estimula a ser creativos, a dar lo mejor de nosotros, a comprender que la vida continúa siempre.