¿Cómo miras a la vida?

Preguntarse qué es la vida implica la función de definirla. Pero más importante es aprender a cómo mirar la vida que encontrar una definición.

Porque esas miradas nos enseñarán a conocerla; e incluso nos ponen en la tesitura de elegir actitudes ante sus preguntas. Porque, en realidad, es la vida la que nos interroga. Así piensa también el neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco Viktor Emil Frankl, “no es el hombre quien debería preguntar y buscar las respuestas sobre la vida, sino que, paradójicamente, es la vida la que le presenta los interrogantes al hombre”.

Son preguntas difíciles de contestar, porque nos producen inestabilidad anímica de tristeza, de angustia...  que hacen tambalear toda nuestra fortaleza. ¿Quién no ha sentido la muerte de un ser querido o ha convivido con una enfermedad grave? ¿Qué tienen que decir quienes padecen la violencia, ya sea por una guerra o por otros motivos? ¿Qué responden aquellas personas que tienen miedo a la vida, porque día a día sobreviven? ¿Qué dicen quienes sufren de abandono afectivo o social? Responder implica poner en peligro el sentido a la vida.

El psicólogo y escritor estadounidense Martin Seligman argumenta que “el optimismo no consiste en negar o en evitar la tristeza o el enfado. Las emociones negativas forman parte de la riqueza de la vida, y, normalmente, hay que dar respuesta a ellas, para que nos sirvan de estímulo, para entender o modificar aquello que nos  perturba”.  Por ello, a nivel personal, debemos dar repuesta a la pregunta: ¿cómo mirar a la vida? Poner en balanza las adversidades frente a nuestras fortalezas y razones vitales para  mirar la vida con optimismo. La realidad se nos presenta cruel, porque vivimos en un mundo global donde el peso de acontecimientos violentos y desgracias es enorme. Esto hace inclinar dicha balanza hacia el fatalismo, y escoger una actitud de conformismo, de resignación, ante la impotencia de no poder solucionar esa realidad. Aceptando así la creencia de que tales males son cosa del destino y, como consecuencia de tal actitud, caemos en el pesimismo. Por ejemplo, según la OMS el suicidio sigue siendo una de las principales causas de muerte en todo el mundo. Cada año mueren más personas por suicidio que por VIH, paludismo e incluso por guerras y homicidios, es una de cada cien muertes. Es el momento de reivindicar como una prioridad urgente la atención de la salud mental.

En las circunstancias adversas es cuando la vida nos exige que le miremos a la cara, y le respondamos con optimismo; sacando todo nuestro coraje para dar respuesta a esas emociones negativas. Y con espíritu de superación aceptar los retos y desafíos; volcando la balanza hacia la salud y el bienestar individual y social. Decirle a la vida: No me importa morir en este instante, pero, antes, déjame luchar por conocer tu belleza.