El futuro que viene

Hay muchos autores de libros que nos hablan sobre el futuro, la mayoría lo hacen con ficción. Pero hay una minoría que lo presenta con un estudio analítico y científico, ejemplo: Homo Deus, de Yuval Noah Harari; El mundo que viene, de Juan Martínez-Barea; El mundo en 2050, de Lauren C. Smith; El futuro de las profesiones, de Richard y Daniel Susskind; Compatible con humanos: la Inteligencia Artificial y el problema del control, de Stuart Russell... 

El profesor y escritor Yuval Noah, en su obra 21 lecciones para el siglo XXI, examina el presente, le sirve también para plantear el futuro. Argumenta que en los primeros años del siglo XXI se esperaba que la globalización llevara la prosperidad por todo el planeta. Pero esta promesa no se cumple, y sólo algunos grupos monopolizan de forma creciente los frutos de la globalización: el 1 por ciento posee la mitad de las riquezas del mundo. Lo que es aún más alarmante las 100 personas más ricas del mundo poseen más en su conjunto que los 4.000 millones de personas más pobres. Esto podría empeorar mucho, porque el auge de la inteligencia artificial y las mejoras en biotecnología posibilitarán que la desigualdad económica se traduzca  en desigualdad biológica, porque los superricos podrán comprar la vida misma.

La humanidad se dividiría en castas biológicas: los ricos estarán más dotados, serán más creativos y más inteligentes que la gente que  habite en los suburbios. Una vez que se abra una brecha real en la capacidad entre los ricos y los pobres, resultará casi imposible salvarla. 

Los avances de la bioingeniería unida al auge de la IA podrían,  por tanto, separar la humanidad en  una pequeña clase de superhumanos  y una subclase enorme de  seres hu­ma­nos inútiles. Al perder las masas su importancia económica y su poder político, el Estado no tendrá  incentivo para invertir en su salud, en su educación y bienestar. Ante una época de crisis (como una catástrofe climática) resultará muy tentador y más fácil echar por la borda a la gente no necesaria. Países capitalistas, como Estados Unidos, desmantelarían lo que quede del estado de bienestar, y la desigualdad se dispararía. 

La globalización unirá al mundo horizontalmente al borrar las fronteras nacionales, pero simultáneamente dividirá a la humanidad verticalmente; creando diferentes castas biológicas, incluso diferentes especies.

Hablar de futuro implica tomar conciencia del presente. En esa temporalidad que es la vida, hay que asumir que somos ese tiempo pasado, y del que hay que aprender, sobre todo, de los errores cometidos. Pero es lamentable que se tienda a olvidar ese pasado, y se viva el presente sin tomar conciencia de que nuestras acciones están construyendo el futuro.

Es triste augurar un futuro tan poco prometedor, donde el progreso  científico estará en manos de una minoría dominante y para su propio servicio. Esto nos debería hacer reflexionar sobre la historia de la humanidad, y pensar qué se está haciendo mal.