Hablemos humanamente

Columna de José Marcelo

Vivir en comunidad implica ser partícipe de la convivencia; ello supone cumplir unos deberes y ser favorecidos por unos derechos. Pero también se da una confrontación entre los intereses del individuo y de la sociedad. Y es en esta confrontación donde aparecen conceptos co­mo la libertad y la autoridad. De  ello nos habla la pensadora alemana Hannah Arendt en sus respectivos ensayos.  

Arendt argumenta que el ser humano, por ser portador de una conciencia y de actuar con el imperativo de la voluntad, está destinado a ser libre. Por lo tanto, a hacer uso del libre albedrío, que es la acción de elección de juzgar entre dos cosas dadas, una buena y otra mala, elección determinada por unos motivos y unas finalidades  y regida por unos principios como el honor, la justicia, el amor, la igualdad... Montesquieu los llama virtudes. 

El concepto de autoridad proviene del vocablo ‘autor’, que es la persona que posee el conocimiento y está  capacitado para trasmitirlo. Antiguamente, los provistos de autoridad eran los ancianos, el Senado, que la habían obtenido por ascendencia y tradición de quienes habían fundado todas las cosas. Por lo que la autoridad tenía sus raíces en el pasado. La característica de los que están provistos de autoridad es que no tienen poder. Porque el poder ha de ser soberano y residir en el pueblo.

Ante la lectura de los conceptos de libertad y de autoridad observamos que se complementan. Que  somos libres y por tanto responsables de nuestros actos y decisiones. Que la autoridad implica una obediencia en la que los hombres conserven su libertad. Pero el problema radica que se ha desvirtuado el concepto de autoridad, porque ha perdido su concepción original que, como bien explica Arendt, tiene sus raíces en el pasado. Cuando la autoridad es provista de poder y actúa como tal, deriva a regímenes políticos como el au­to­­ritarismo, el absolutismo y la tiranía, donde los poderes legislativo, ejecutivo y judicial dejan de ser independientes. Y como consecuencia  peligra la libertad política de la persona. 

Pero hablemos humanamente sobre el tema, a sabiendas que el lugar donde se manifiestan la autoridad y la  libertad es en el ámbito político.  Llegaremos a la conclusión que la libertad del individuo siempre estará amenazada o  sometida a la comunidad. Ejemplo de ello es el mismo sistema político liberal o liberalismo, que ha hecho lo suyo para apartar la idea de libertad del campo político. Porque lo que le importa de la vida humana está sólo en función del rendimiento económico que produzca, para su propio interés.  Incluso consideran los problemas internacionales como algo que, en última instancia, surge de factores e intereses económicos.  Ante esta situación de política liberal sólo nos queda tomar conciencia y actuar, combatiendo las desigualdades sociales que causa, lo hagamos por  el bienestar social y la convivencia democrática. Como dice Arendt que “los hombres son libres, es decir poseedores de la libertad,  mientras actúan, ni antes ni después, porque ser libre y actuar es la misma cosa.”

Y no olvidar que humanamente somos poseedores de la libertad, porque ella se manifiesta en nuestra voluntad, en ese diálogo interior con nuestro ‘yo’. Ese interior es un espacio que sólo le pertenece a la persona. Por lo tanto, nos protege  y nos da fuerza para combatir las injerencias externas y luchar por un mundo mejor.