El hombre que recogía monedas con la boca

Columna de José Marcelo

“Aleteaba, caminaba de puntillas, hacía gestos peculiares con los dedos, balbuceaba palabras ininteligibles (…)  Julio alzó los brazos en cruz, miró hacia el cielo y se puso a agitarlos compulsivamente. Como una enorme gaviota sucia (…) en lugar de alzar el vuelo, se arrojó al suelo (...) cogió la moneda con la boca hasta que se levanto”.

Julio fue un personaje real que vivió en Mezquitilla (Vélez-Málaga) en los años sesenta. Quedó en la memoria de J. Francisco  Guerrero López y de la generación de niños de esos años, porque tal como él lo describe, yo lo recuerdo también.

Con esta hermosísima descripción, Gue­rrero, torreño, doctor en pedagogía y profesor de la Universidad de Málaga, quien nos tiene acostumbrado a sus  interesantes novelas, ahora nos presenta con este título, El hombre que recogía monedas con la boca, un profundo estudio sobre el autismo, en colaboración con Ana Paula Zaragoza Moyano, maestra de educación primaria y doctora en pedagogía, que aporta un seguimiento práctico de un niño autista en un colegio. 

El libro en sí, es una guía práctica para el conocimiento y aplicación pedagógica sobre los  trastornos de espectro autista (TEA), para trabajar en los centros educativos  con inclusión social. 

En  este libro, el autor nos va introduciendo en la historia  y la evolución de los TEA. Nos presenta grandes personajes que, padeciendo el autismo, lo superaron, como el pediatra  Hans Asperger; otros, como la psiquiátrica británica Lorna Wing, que por tener una hija con trastorno de espectro autista, aportó muchísimo al tema.

En una publicación sobre la esquizofrenia y la demencia precoz publicada en Viena en 1911, el psiquiatra suizo Paul Eugen Bleuler acuñó el término de autismo para referirse a una alteración propia de la esquizofrenia (nombre que él también inventó en 1908) que hacía referencia a la retirada del mundo exterior de los pacientes y su profunda introspección en sí mismos.

Y, de una manera didáctica, Guerrero nos presenta personajes literarios como el hermano autista de Sherlock Holmes, donde nos describe las características del autismo. O bien personajes reales que padecieron TEA, como Daniel Tammet, quien posee una gran capacidad mental o la fascinante  vida de Temple Gradin, autista también que publicó libros de diversos temas, e incluso sobre el autismo y el pintor Stephen Wil­shire, que tiene una cámara fotográfica en su cabeza.

“No tenía intereses, no jugaba ni tenía contacto con su medio. Pasaba la mayor parte de su tiempo encadenando sonidos sin significado y repetía constantemente  ciertos ruidos. (…) Iba  de un lado a otro sin finalidad ni propósito. (…) Las expresiones oculares y faciales eran estereotipadas, ausentes e inexpresivas de cualquier interés. (…) No establece contacto alguno con otra persona”.  (Así describía, en 1930, por primera vez, la psicoanalista austriaca Melanie Klein a un niño autista).

Actualmente, la  pedagogía terapéutica está  muy avanzada, cuya atención se da en todos los centros educativos, facilitando la integración y la inclusión social del alumno.  Queda lejos aquella imagen de abandono, de otros tiempos. 

Este libro supone una nueva aportación pedagógica, como lo refrenda el autor del prólogo, Miguel A. Gallardo Paredes, que tiene conocimiento personal sobre TEA.  Él nos dice que  el mundo del autismo está de suerte, porque en estos últimos tiempos han aparecido tres libros, que hablan de toda su historia: uno de ellos es Neurotribes, de Steve Siberman; otro es Historia del autismo,  de Adam Feinstein. El tercer libro, el que comento, El hombre que recogía monedas con la boca.