¿Con qué mirada actúas en la vida?

A Luis A.

Al levantarnos cada mañana, lo primero que hacemos es mirarnos en el espejo. La mirada es respondida con otra mirada como si de un lenguaje gestual se tratase. Porque, como bien dice el psicólogo californiano Ro­nald E. Riggio, “los ojos forman una parte crucial del lenguaje no verbal, y lo que expresamos con ellos es infinito.” 
 

Pasamos la vida en la tarea de mirar y ser mirado por los “otros”; nos creamos un caparazón para nuestra forma de ser y de actuar. El humanista holandés Erasmo de Rotterdam nos recuerda: “¡Qué otra cosa es la vida de los mortales, sino una comedia en la que unos actores se disfrazan y ataviados con sus máscaras representan sus respectivos papeles, hasta que el director de escena les ordena retirarse de las tablas!”. 
     He aquí la pregunta: ¿Con qué mirada actúas en la vida? Lo haces con optimismo, con ironía o pesimismo. Lo cierto es que nuestra actitud va a depender de las circunstancias de la vida, a las que nos tenemos que enfrentar. Porque quien vive siempre eufórico, es síntoma de que padece una enfermedad patológica. La profunda tristeza nos conduce, igualmente, a la enfermedad. 
     Otra actitud, ante la vida, es la ironía, porque siempre viene bien quitar hierro, ante situaciones conflictivas; evitando situaciones tensas y de enfrentamientos en la convivencia. Ver la vida con humor. Pero la ironía se convierte en un arma de doble filo cuando raya con el sarcasmo. Porque el sarcasmo es enfermizo y hace daño. El psicólogo argentino Bernardo Stamateas, nos dice: “El recurso del sarcasmo es muy habitual en los perfiles de las personas tóxicas, porque actúan con la finalidad de minar la voluntad y la autoestima de las personas con quienes se relacionan”. Ante las circunstancias trágicas de la vida, como es la enfermedad o la muerte de un ser querido, todos nos tambaleamos. Porque nos enfrentamos ante una realidad inexplicable. Nuestra actitud es encontrar una respuesta de consolación, unos la encuentran en la fe religiosa, otros en los sentimientos humanitarios. 
     Todos buscamos, de alguna manera, dar un sentido a la vida. Porque como piensa el filósofo alemán Scho­penhauer: “Hay que aprender aceptar la vida como viene, con las alegrías y los sufrimientos. El filosofar sobre la vida es aprender a morir.” He aquí la respuesta a la ansiada felicidad, que pasa por aceptar la muerte, para disfrutar de esos instantes.
     La pensadora veleña María Zambrano nos habla sobre la importancia de que el ser humano viva con esperanza y tenga confianza. Nos las define: “La esperanza es hambre de nacer del todo, de llevar a plenitud lo que solamente llevamos en proyecto.” Para alcanzar lo mejor de cada uno de nosotros es necesario poseer confianza, que nace de uno mismo y se proyecta hacia los demás. María Zambrano nos dice de la confianza: “Si miramos lo que permanece en nuestro interior, bajo las creencias y aun bajo la duda, bajo la inquietud y en la quietud misma, es algo cuyo nombre más adecuado es el de confianza.”
     Por lo tanto, lo importante reside en adquirir un sentido positivo de la vida. Mirar con ojos limpios, para que cada amanecer estemos dispuestos a ser más humanos y solidarios. Y cuando venga nuestra ‘hora’, sea como dice el poeta: “ ¡Dejad la puerta abierta/ para que entre esa ladrona/ que roba el alma!/ Que se lleva un desengaño/ la casa está vacía/ y no hay nada para llevarse”.