Ser rebelde en estos tiempos
El escritor francés Albert Camus en su libro El hombre rebelde recoge un estudio del pensamiento rebelde de los últimos siglos. Pienso que Camus, que vivió las revoluciones y las guerras del siglo XX, si viviera en el presente siglo hablaría, de nuevo, de rebeldía. Se preguntaría si hay que ser rebelde en estos tiempos... ¿Pero qué debe reivindicar?, ¿y contra qué se enfrentaría? Porque han cambiado el escenario y las circunstancias. Pero no ha cambiado la actitud del hombre, porque aún arrastra el lastre socio- ideológico de resentimiento, que es histórico y ha acumulado mucho rencor.
Albert Camus analizaría que el escenario es un ‘mundo globalizado’ en lo económico y en la comunicación, pero no en lo político. Porque todavía se mantienen los grandes bloques socio-políticos, que ideológicamente se enfrentan. Aunque en lo económico existan tratos comerciales, pero defendiendo cada uno su parcela. Como ejemplo podemos pensar en el actual conflicto surgido en Ucrania. País que está formado por diferentes etnias, las cuales padecen dificultades graves de convivencia, y cuyas decisiones políticas del actual gobierno crean enfrentamientos. Este conflicto interno ha facilitado el intervencionismo de Estados Unidos y de Rusia, cuyos intereses son socio-políticos, pero también económicos.
La comunicación social y de acceso a la información también han cambiado. Porque internet ha proporcionado un cambio radical en la relación humana. Cambios que se dan en lo social, en lo político, en lo comercial. Esto ha supuesto que las redes sociales adquieran un poder difícil de controlar.
Albert Camus nos dice que la rebeldía nace del espectáculo de la sinrazón, ante una condición injusta e incomprensible. Que la actitud debe ser: rebelarse contra la mentira, la opresión, la humillación y las desigualdades sociales; exigiendo el respeto a los derechos humanos.
Las respuestas pueden ser frustrantes. Esta frustración la podemos sentir cuando se accede a internet, porque nos piden que aceptemos las ‘cookies’ que controlan nuestros intereses y gustos; y lo hacen con el propósito de comerciar con ellos. Otro tema es caer en las mentiras que circulan por las redes, cuya finalidad es perjudicar la imagen de una persona o institución. Internet se convierte en un espacio de enfrentamiento ideológico, de intereses socioeconómicos; y el arma que se utiliza es la difamación para influir en la opinión pública. Porque el lastre de resentimiento y odio que arrastramos es grave. Me refiero también a esos gobiernos totalitarios, teocráticos que persisten, coartando los derechos humanos. Ejemplos son Afganistán con un gobierno talibán que discrimina a las mujeres, o Qatar, que ha condenado a cien latigazos y prisión a una mexicana que denunció que la habían violado. E incluso la presencia de partidos de ideologías extremas y grupos neonazis que actúan en la sociedad democrática, perjudicando la convivencia.
La pregunta, ahora, es qué hacer ante tales circunstancias. La respuesta es formarse, para adquirir juicio crítico. Tomar conciencia de la situación: combatiendo la mentira, la opresión, el resentimiento y el odio. Y actuar como nos pide el poeta: “Yo no quiero símbolo ni bandera que haga frontera. /No creo en el infierno: si el infierno lo haces tú, tirano, / con el dolor ajeno. Yo me rebelo”.