Ser solidario
“Imagina que no hay posesiones. / Me pregunto si puedes. /No hay necesidad de codicia ni hambre. / Una hermandad humana. /Imagina a toda la gente compartiendo todo el mundo. (...) Quizás digas que soy un soñador, /pero no soy el único. / Espero que algún día te unas a nosotros / y el mundo será uno solo”.
Estos versos pertenecen a la canción Imagine (Imagina) de John Lennon. Nos animan a vivir la hermandad humana, a compartir, para que no existan la codicia ni el hambre, ni injusticias ni desigualdades sociales. Son versos que abogan por un mundo que esté unido y sea uno solo. Pero nos advierten que es un sueño, una utopía, y que si queremos vivir en un mundo mejor, vale la pena trabajar por ello.
El autor al escribir la canción era consciente de que la realidad social, política y económica a la que nos enfrentamos día a día era -y es- triste y cruel, porque existen la injusticia social, las discriminaciones raciales, laborales, de género... Porque no hay un único mundo unido, sino muchas fronteras. Fronteras que crean distintos mundos, como el de los pobres y el de los opulentos. Pero, a pesar de tantas dificultades, John Lennon nos invita a unirnos a la solidaridad. La cual implica un compromiso y una responsabilidad compartida en aras de una buena convivencia social y política.
Hace días conversaba con una persona, quien me decía “que se sentía discriminado en su propio país, porque los emigrantes son tratados mejor que él”. Argumentando que ellos eran la causa de la bajada de salarios, de la penuria social. Que no deberían dejarles entrar. Yo pretendía explicarle la situación laboral indigna en que son contratados los inmigrantes. Son ellos quienes realizan los trabajos que nadie quiere. Las dificultades que sufren -porque en sus países de origen viven en plena pobreza- además se incrementan porque no hay embajadas para que soliciten trabajo legalmente. Lo triste era que mi interlocutor culpaba de todas sus frustraciones a los emigrantes. Olvidaba el reciente pasado, de los años 60 del siglo XX, cuando los pueblos se vaciaban para emigrar a Suiza y a Alemania, o a Argentina y Venezuela... Porque emigrar era el único medio de sobrevivir.
A mi interlocutor le era imposible comprender que vivimos en un mundo globalizado, donde los poderes económicos se imponen y atentan contra la democracia y la solidaridad. Que es global en lo económico, pero no en lo político-social. Que ésta es la causa de todos los males, de la concentración de las riquezas, del poder, de las grandes bolsas de pobreza y de exclusión social. Que sus enemigos no son los emigrantes, sino el sistema. Ni asimilaba que su discurso es el lenguaje de quienes, lamentablemente, ponen fronteras, atentando la convivencia democrática y la solidaridad.
En este contexto societario de crisis de valores, de deshumanización, ser solidario es un reto, un valor por el cual apostar. Aunque siga siendo un sueño, una utopía, como expresa también el poeta: “Ven, juntemos nuestras manos /compartamos todo el pan/ que nos une como hermanos. / Cantemos su himno de paz. / Por esta vida sin fronteras /ven a amar y ven a soñar, bajo una sola bandera /la tierra unida ha de estar”.