Nunca juzgues ni critiques
sin saber que está pasando,
ni hables nunca de nadie
sin calzarte sus zapatos.
La vida a veces nos muestra
tres caminos y un destino
y hay que tomar decisiones
pensando siempre en los hijos.
Con la mochila cargada 
de ilusiones y de sueños,
de preguntas y temores,
de lápices y cuadernos,
un día, dejan el hogar atrás
la familia y los amigos,
para emprender un viaje
rumbo a lo desconocido.
Y entre lágrimas y risas
y palabras de consuelo,
da comienzo la aventura
de vivir en un colegio.
Y solo hizo falta…
Un día para adaptarse,
dos para perder el miedo
tres para aceptar el cambio
y un curso para cumplir un sueño.
No hizo falta mucho más,
eran perfectos desconocidos
y después de la experiencia
hoy son ya grandes amigos.
Huyendo no sé de qué
un día salieron del pueblo
con un nudo en la garganta
dudas, temores y miedos.
Las dudas eran las mismas,
tenían los mismos miedos,
pero…
el reencuentro con los años
es algo que no tiene precio.

Es una experiencia inolvidable
convivir en un colegio,
me quedo con lo aprendido
las vivencias, los recuerdos,
pero lo mejor de todo:
“Los amigos que me llevo”