Al tercer día dijo Dios:
“Hágase la tierra y el mar,
y hágase también el hombre
que los pueda disfrutar”
Y vio Dios que era buena
tan inmensa creación,
y aún seguimos, disfrutando
la herencia que nos dejó.
¡Qué bonito! ver amanecer
sobre el mar desde la arena,
y ese espejo que de noche
refleja la luna llena.
Y ¡qué bonito! el mar bravío,
cuando de espumas corona
una belleza sin par
solo rota por las olas.
Olas que vienen y van
en continuo movimiento,
del horizonte a la playa
prologando el firmamento.
Rumor de olas y espumas,
pies desnudos, brisa fresca,
y una senda que nos sigue
de huellas sobre la arena
que al volver la vista atrás
viene el agua y se las lleva
y se adentran en el mar
y no volvemos a verlas.
Paseando por la orilla
somos pequeños veleros,
los ojos son el timón
y nuestros pies son los remos
y nos llevan por caminos
de luz, de sal y de sueños,
el mar hace de nosotros
intrépidos marineros.
Ante tanta inmensidad
mi corazón ya es poeta,
la brisa y la libertad
hacen que sueñe despierta,
que huela a marisma mi pluma
y sepan a sal mis poemas.