Que nadie dude jamás,
ya sea cristiano o ateo,
que el mal que se hace en la tierra
se pagará en el infierno.
Lo hemos visto estos días
-y no quisiera creerlo-
que “el monstruo hambriento” encontró
la mesa y el mantel puesto.
El clima le fue propicio,
y lo escarpado del terreno
y todo se complicó 
con las ráfagas de viento.
Sierra Bermeja esperaba
las tormentas de verano
y se topó con las llamas
de un incendio intencionado. 
Los árboles centenarios fueron
los primeros que cayeron
y los animales, en busca de una salida,
murieron en el intento.
Miles de almas perdidas
andan vagando en el cielo
aterradas, confundidas
buscando respuesta a esto.
Y no la hay… 
no hay respuesta ni consuelo,
ni pena que cumplir pueda
todo el daño que se ha hecho.
El paisaje calcinado,
tantos animales muertos,
y el dolor y la rabia contenida
de miles de malagueños.
Pero…
La solución que esperaban
llegó caída del cielo,
son las lágrimas vertidas
por la muerte de un bombero
que, cumpliendo con su deber,
cansado de tanto esfuerzo,
rodeado por las llamas
y viendo en la tierra el infierno
gritó, con la voz entrecortada:
Padre, perdónanos 
por todo el mal que te hacemos.