Buena caza y largas lunas

Columna de Margarita García-Galán

A mi hija, 
que cantó bajo la lluvia

En la placidez de una tarde de otoño, leo el nuevo libro de mi admirado historiador y entrañable amigo Paco Montoro. El movimiento Scout en Vélez-Málaga me lleva, a través de su entusiasmo, con una ex­haus­tiva, rigurosa y amena na­rración, al corazón de un sentimiento muy popular en Vélez-Málaga. La historia de los scouts, desde su creador, Baden-Powell, a esos pri­me­ros “exploradores veleños” que dieron lugar, tiempo después, allá por los años se­tenta, al resurgir del es­cultismo con el grupo Mainake 289. A partir de ahí, la historia se me acerca, me pellizca un recuerdo vivo, me suena todo. Las reuniones, las fotografías, las anécdotas..., me llevan sin remedio al ángulo oscuro de una ha­bi­tación juvenil donde duerme aún, como el arpa de Bécquer, un sombrero ‘cuatro bollos’.

Yo no he sido scout, pero a través de mi hija conocí ese mundo de chavales activos, entusiastas, solidarios que, guiados por un sentimiento común, aprendían a ser útiles y leales, a proteger y amar la naturaleza, a convivir en paz. Recuerdo el uniforme colgado en el armario, las camisas, las pañoletas, y una flor de lis adornando y perfumando un tiempo. Un tiempo de promesas, de saludos, de campamentos en Faraján y Cazorla, de festivales de canción scout, de caminos de Santiago... Todo lo que leo, todo lo que veo en el libro, me es familiar. En la habitación del recuerdo siguen estando esas fotos, llenas de miradas jóvenes, similares a las del libro. Imágenes del grupo Abel Relloso 124 aquí y allá, saludando con tres dedos en alto en álbumes, paredes y portaretratos. La niña mo­re­na omnipresente, con su som­brero y su pañoleta, son­riendo siempre, mirando al futuro con ilusión, sabiendo, desde antes de ser scout, que “por encima de los techos de los cines, están las estrellas”.

El movimiento Scout en Vélez-Málaga es un libro entrañable. La historia que cuenta es un documento valioso, no solo para los que fueron o son scouts. Es un trocito de vida veleña perfectamente documentada, hermosamente adornada con un reportaje fotográfico que es un verdadero tesoro sentimental. Todos los que fueron scouts, se verán reflejados en algún momento; todos los que son, revivirán una etapa alegre, intensa, llena de vivencias para recordar, para guardar en ese rinconcito íntimo del corazón que sigue latiendo a ritmo de scout. El libro está lleno de momentos: las marchas, las acampadas, los juegos... Los viejos lobos de la tribu cantando el Ani Kuni cuando la luna de plata se eleva y la selva y la pradera se iluminan. Lobatos, manadas, tropas, scouters, conviviendo al aire y al sol de un ideal. 

Ensayando pautas de com­por­tamiento. Aprendiendo a vi­vir. Acampadas, visitas fa­miliares, padres y abuelos en plena naturaleza, ayudando, compartiendo, aderezando juegos y paellas con la sal y la pimienta de su risa limpia. Alrededor de un fuego de campamento se avivan las emociones, se calienta el ánimo, se eleva el espíritu y se queman las vanidades. En este tiempo convulso y materialista, donde cada vez se enfrían más las relaciones humanas, donde priman la mediocridad y la falta de valores, la lectura de este libro nos invita a pensar que, afortunadamente, por encima de todo siguen brillando las estrellas.

El otoño se asoma a mi ventana en esta tarde de domingo envuelto en brisa marina y aromas de castañas asadas; el humo gris nubla el cielo de un anochecer sereno que ha llegado deprisa, apenas sin darme cuenta, entretenida en la lectura de este libro hermoso lleno de sentimiento. Me he dejado llevar por el frescor de sus bosques y senderos y he sentido el desenfado de esos locos alegres a los que les gusta cantar bajo la lluvia.

Sin lugar a dudas, este libro, como tantos otros del historiador veleño, engran­decerá cualquier biblioteca. 

Un libro necesario para aquellos que una vez lucieron la flor de lis y aprendieron a soñar un mundo mejor. Un libro lleno de vida. Un libro... para abrazar.

¡Buena caza y largas lunas!