Mawazín en Santa María

Subo las empinadas calles que me llevan a la iglesia de Santa María para oír en tan hermoso templo un con­cierto didáctico de mú­sica an­dalusí.

Recorro el ca­mino despacio disfru­tando del sol de la mañana, re­creándome en el sencillo encanto de sus casitas encaladas salpicadas de coloristas geranios que adornan con su color intenso las blancas paredes de cal. La música dulce de una flauta travesera me recibe al entrar en la iglesia, los músicos ensayan ante el impresionante retablo renacentista del altar mayor y bajo el precioso artesonado mudéjar de la iglesia que un día fuera la mezquita mayor de Balish. Mawazín, que quiere decir ‘ritmos’, es un grupo de músicos no profesionales que, dirigidos por el entusiasta profesor de árabe Pedro Valcárcel, se dedica a difundir la cultura andalusí poniendo música a canciones y versos de poetas desconocidos de Vélez-Málaga y la Axarquía. Esther Isla es la flautista; Paloma Lirola, la voz que endulza  los versos y las canciones cantando en árabe; la musicóloga Lucía Pa­rrado, a la percusión, y María Otaola, al violín, com­ponen este grupo singular que pasea su buen hacer por distintos lugares axárquicos, demostrando su amor por la música y sus conocimientos sobre el legado andalusí que nos rodea.

Vestidas de negro, sentadas ante el precioso retablo dorado, ante un público entendido que llenaba la iglesia, Mawazín empezaba su concierto. Cada verso, cada canción musicada tenía su historia, que nos iban explicando antes de interpretarlas. Así supimos de desconocidas artistas, como Wallada, poetisa del siglo XI, que nos dejaron los preciosos versos que oíamos envueltos en música: “Yo, ¡por Dios! merezco la grandeza / y sigo orgullosa mi camino. / Doy gustosa mi mejilla a mi enamorado / y doy mis besos a quien los quiera”. La música y la poesía nos llevaban a un tiempo lejano, a la riqueza de una cultura antigua que tiene mucho que ver con la nuestra. Una cultura andalusí que late en nuestro paisaje y que este grupo de buenos músicos, se dedica a difundir.

No es nada fácil cantar unos versos en árabe sin saber árabe, como hace Paloma Lirola; no es nada fácil hacer los arreglos de partituras -contrafactum- sacando a veces la música de oído, como hace Esther Isla, que ya desde pequeña presentaba una clara afición por la música, y recuerdo que tenía una pequeña flauta con la que pasaba mucho tiempo practicando canciones. Ahora, después de estudiar música, y árabe, convertida en magnífica flautista, hace realidad aquel sueño infantil dedicando mucho de su tiempo a su pasión por la música. La maestría de su flauta travesera, el violín dulcísimo, la percusión oportuna mar­cando el ritmo, la voz aterciopelada de la cantante meciendo los versos... Hermosísima música la que oímos en Santa María. Interesante todo lo que nos contaron de los poetas y la cultura andalusí. La música sonaba perfecta con la acústica de aquel espacio sacro, que guarda bajo sus cimientos el recuerdo  de una gran mezquita. El ayer y el hoy bailaban a nuestro alrededor ante la mirada quieta de las imágenes del retablo dorado. Los brazos de seda de la música abrazaban, de nuevo, un encuentro de cultura.

En perfecta armonía de música y voces, el sentir de poetas del siglo XI se nos acercaba, casi podíamos sentir su pálpito en la paz antigua del claustro mudéjar. Como dice uno de los poemas encontrados en los libros/manuscritos de Cútar, “Nunca sucedió en todo el mundo lo que pasó en Al-Ándalus....”.

Con su concierto didáctico, Mawazín nos abrió el alma de poetas ignotos y nos acercó la belleza de Al-Ándalus un poco más. Recordando el momento, me quedo con un hermoso verso de Wallada: “Siento tal amor por ti / que si los astros lo sintiesen / no brillaría el sol, ni la Luna saldría / ni las estrellas emprenderían / su nocturno viaje”.