Música para un poeta

Columna de Margarita García-Galán

Una vez más, el recuerdo de Joaquín Lobato reunía a un buen número de amigos y amantes de la cultura, en uno de los actos programados en este ‘Abril Lobatiano’ que airea la vida y la obra del poeta veleño. En el Auditorio del Museo Picasso, la música aguardaba escondida en las teclas de un piano, esperando las manos mágicas de la malagueña Paula Coronas. Música para un poeta, en un concierto homenaje a aquel que amaba el mar y el verano; que contemplaba la vida desde su celeste orilla solitaria y dibujaba corazones “en libretas usadas de melancolía”. En el corazón de Málaga, en plena judería, alrededor de una legendaria higuera de troncos retorcidos que hermosea la recoleta plaza con sus frondosas ramas abiertas, los amigos, los afectos se iban encontrando, reconociéndose a través del tiempo, siempre con el denominador común del entrañable recuerdo a Lobato. La poesía y la música, que se llevan tan bien, se vestían de largo y se daban la mano para llenar de emociones la tarde abrileña

El escenario se llenaba de voces amigas que nos acercaban la vida y el alma sensible del poeta. Voces expertas recitaban esos versos suyos que nos pasean de su brazo por las calles de Roma. El Portafolio de Roma se abría y Paula Coronas mecía el paseo por la ciudad eterna acompañando los pasos con un nocturno que embellecía aún más el recuerdo. Oh la elegancia fragante del príncipe inventado / y este aire de esta Roma imaginada que me embriaga... Una vez más, el sentir de Joaquín se me acerca, me invade y me contagia de estampas bellas cuando aún tengo reciente un inolvidable paseo por Roma saboreando helados y oyendo la música de esas preciosas fontanas “que imaginan vuelos de mariposas”. Apoyando mi cansancio en esas barandillas con vistas a la historia y sintiendo la dureza de los adoquines de las calzadas que a Joaquín le maltrataban los pies. El virtuosismo de Paula Coronas ponía música al paisaje y sus metáforas y nos enseñaba, junto al poeta, el embrujo de una ciudad que a él le cautivó. Despedirme de Roma me cuesta una tristeza.

Una semblanza del poeta nos recordaba el “brillo inmaculado de su infancia”, sus versos, su pintura, su teatro... La Asociación de amigos de Joaquín Lobato, el departamento de Cultura del Ayuntamiento veleño, y el Ateneo de Málaga haciendo causa común en homenaje al poeta siempre cabreado con Platón; eternamente enamorado de la vida, con el que empaticé en la distancia y al que tengo en alta estima. Versos, teatro y la música de Paula Coronas, magnífica pianista a la que vimos engrandecer la Calle del Mar de un pueblo con mar, en una memorable tarde de verano donde ella y su piano brillaron entre vecinos entusiastas y turistas al sol. En el Auditorio del Museo Picasso, su homenaje a Lobato nos paseó con Albéniz por la belleza de ciudades españolas. Nos sorprendió con un precioso vals de Ocón y una espléndida farruca que bailaba entre sus manos y nos puso el alma de pie. Un lujo de concierto, en un entorno hermosísimo que mira a la Alcazaba y donde se abrazan distintas culturas. Desde su palco celeste, Joaquín Lobato estaría atento, vibrando, llorando en silencio con el piano de Paula Coronas.

En la Plaza de la Higuera caía la noche. El árbol, que se aferra con fuerza a la luz violeta de Málaga, mostraba su verde nuevo, estrenando pureza y aromas entre sonidos de pájaros nocturnos y los ecos de sentimiento de un genial piano amigo. Por el balcón casi abierto entra la noche / todo ese resplandor solemne de la ciudad a lo lejos... El ‘Nocturno’ de Joaquín se materializa en el paisaje de la ciudad vestida de noche. Después de tan hermoso homenaje, la luna de abril nos envuelve cuando volvemos a casa con el sabor agridulce de lo vivido. Henchidos de música y versos; apenados, como siempre, por la  ausencia. Allá donde esté, Lobato seguirá “erguido como siempre”, sintiendo el calor de sus amigos y el reconocimiento de su pueblo. 

Despedirme de tardes así me cuesta una tristeza.